Soulmates

Sola. Esa fue la unica palabra que logró penetrar mi caparazón.



miércoles, 11 de agosto de 2010

50.1 Deberes

-¿Trevor?

La voz me temblaba y sentía la incertidumbre carcomerme los nervios. Si, Trevor está aquí entonces yo estoy… muerta. Me dije a mi misma. La última palabra retumbó en mi cabeza como un fuerte estruendo, una y otra vez. Me sentí mareada y cansada. Me di un fuerte pellizco en el brazo, con los ojos cerrados y suplicando en silencio despertar, que esto era solo un mal sueño pero nada pasó. Me tambaleé hasta casi caer al suelo, pero alguien me atrapó en la caída. Mi hermano.

-¡Maldita sea!- grité tratando de zafarme de sus brazos. Me miró consternado, y sabía que se estaba preguntando si algo malo pasaba en mi cabeza.- ¡Si, pasa algo! ¡Estoy muerta! ¡Me morí! ¡AHHHH! ¡No puede ser!

-Dest, no estás…

-¡Mentiroso! ¡Tú estás muerto! Entonces yo… también.- mi voz se fue apagando poco a poco hasta que prácticamente desapareció. Me sacudí violentamente y me soltó. Me tiré en el suelo y abracé mis rodillas, balanceándome de atrás a adelante como toda una psicótica y me susurraba que estaba loca. Eso era mejor que estar muerta.- No, yo no puedo estar muerta, Trev.

-Destiny Boudelair, ¿quieres escucharme un segundo?- me habló en un tono autoritario, casi molesto. – No estás muerta. Estás en… medio tiempo, como dicen en fútbol.- me sonrió, pero no sabía si creerle o no.

No sabía si era mi hiperactiva imaginación, o que estaba muerta o soñando, pero no confié en él. Después de lo que había sucedido en mi habitación, no podía creerle. ¿No era eso lo mínimo que podía suceder después de lo que había pasado? Me levanté y sacudí mis rodillas, las palmas de mis manos y mi pantalón. Sacudí la cabeza enérgicamente y miré a mí alrededor, buscando cualquier cosa que me dijera que estaba pasando.

Trevor se cruzó de brazos y balanceó todo su peso en una pierna, esperando a que me calmara. Entrecerré los ojos y lo escruté de arriba abajo cuidadosamente; se veía exactamente igual que hace 3 años y medio. Lo fulminé con la mirada cuando me extendió una mano para que la tomara y el solo frunció el ceño.

-¿Qué? ¿Ahora no me vas a tirar por la ventana del segundo piso?- reclamé. Puse mi mano sobre mi boca como si me estuviera disculpando por algo y fruncí el ceño también.- Ohh. Perdón. ¡Aquí no hay malditos segundos pisos para lanzarme!

-Yo no hice eso.- se defendió, sus ojos grises chispeando de indignación.

-¿A no? ¿Entonces fue tu gemelo malvado que me odia?- recriminé.- ¡Ya no tengo cinco años para que me inventes historias tontas sobre lo que eres!

Presionamos nuestros labios al mismo tiempo y ladeamos la boca en señal de disgusto; eso era algo en lo que siempre nos habíamos parecido. Me crucé de brazos y esperé su respuesta.

-Fue Taylor. El creo ese espejismo para que quedaras inconsciente y no te pudieras defender cuando bebiera tu sangre.- respondió al fin.

-Pruébalo.

-¿Recuerdas la vez que le gritaste a mamá que se fuera al diablo?- recordó con una sonrisa.

Parpadeé sorprendida. Eso era algo que solo él, mamá y yo sabíamos; algo que Taylor jamás sabría. Los ojos se me llenaron de lágrimas y corrí a abrazarlo. Me atrapó con cuidado y me estrechó contra su cuerpo con suma delicadeza.

-Se enojo mucho.- rió.

-Se lo merecía. Eso le pasa por querer quitarle su muñeca a una niña de seis años.-respondí igual que él, riéndome.

-Eso fue muy grosero. ¿Quién te enseñó esas palabras?

-Nada más y nada menos que tú y Damen. ¡Dios! Era casi lo único que decían cuando pensaban que yo no estaba oyendo.- me burlé. Puso los ojos en blanco, besó mi frente y me revolvió el cabello como solía hacer.

Ambos reímos y me abrazó con más fuerza. No lloré. No tenía sentido. Solo me dejé disfrutar el momento por una vez sin preocuparme por lo que pudiese llegar a pasar.

-Dest, tengo muchas cosas que decirte y muy poco tiempo.

-¿Qué tipo de cosas?

-Primero que nada, estás hermosa. Te he estado observando todo este tiempo pero no es lo mismo que tenerte aquí.- respondió.

Tragué saliva ruidosamente y me aclaré la garganta. El me había estado observando todo el tiempo y yo que me creía sola. Me sentí horrible de no haberme dado cuenta antes.

-¿Recuerdas el chico sombra de tu habitación? ¿El que nunca podías ver bien?- preguntó. Lo miré confundida, haciendo memoria de lo que estaba hablando hasta que recordé y asentí.- ¿El lobo de tu sueño?- volví a asentir, preguntándome que relación guardaban.- Fui yo.

-¡Eres un idiota!- le grité furiosa.- ¡Me asustaste! ¡Pensé que era uno de los psicópatas que me quería matar!

Rió bajito, no dándole la suficiente importancia a mi reacción. Me crucé de brazos y me senté en el suelo con las piernas cruzadas y haciendo pucheros como cuando tenía 8 años. Se sentó a mi lado y me pasó un brazo por los hombros para tenerme más cerca.

-Si hubieras sabido que era yo, ¿hubieras seguido con tu vida tal y como estabas haciendo?

Wow. Eso odiaba de él. Que siempre hacía que me pusiera a pensar bien las cosas. Lo medité un instante y por más que me decía que si, que todo hubiera seguido igual la verdad era que no. Hubiera hecho todo lo posible por buscar la forma de encontrarlo y traerlo de vuelta a casa. Conmigo.

-Ahí está. Era mi forma de cuidarte y asegurarme que nada te sucediera sin hacerte sufrir más.

-Contéstame una cosa.- asintió.- Si no me hubieras transferido todos tus poderes, ¿seguirías vivo? - Vi como se debatía entre decirme la verdad o mentirme.- Y dime la verdad que estoy harta de que todos me mientan.

-Si.- suspiró.

-¿Entonces por qué?

-Dest, yo ya había vivido lo suficiente. Y no era justo que tú con solo doce años murieras. Lo hice porque eres mi adoración, hermanita y si pudiera, lo haría otras mil veces.- tomó aire y me abrazó con más fuerza para evitar que llorara.- No me arrepiento y jamás lo haré. Si no lo hubiera hecho, no habría podido vivir sabiendo que moriste y tarde o temprano me hubiera suicidado.

-Trev…- sollocé.

Y ahí fue cuando me eché a llorar como el primer día. Lo abracé con tanta fuerza que las palmas de las manos me dolieron por clavarles mis uñas aún a través de su camiseta. Me abrazó con fuerza, como si me quisiera dejar ir nunca, cosa que yo tampoco quería.

Acarició mi cabello y mi hombro, frotándolo suavemente y tarareando una canción de cuna que me cantaba de niña. Sentí que volví a tener cinco años. Cuando todo era más fácil y no tenía que preocuparme por nada, donde solo bastaba un abrazo para calmar mi mundo.

-Trev, no puedo morirme. Necesito volver.- murmuré, interrumpiendo el momento. Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y fue ahí cuando reparé en que el también estaba llorando.

-Pensé que tú querías eso, morir.- dijo.- Si tú decides morir yo puedo volver.

Miré a los lados, con la boca abierta y las lágrimas surcando mis mejillas; era una gran oferta. Pero no, no podía aceptarla, por más que quisiera, necesitaba volver.

-¿Sería muy mala hermana si te digo que necesito volver?

-¿Por qué?

-Tengo una prima que es como mi hermana y que adoro más que a nada. Un mejor amigo que haría lo que fuera por mí, y un novio que está ridículamente enamorado de mí, Trev.- mi voz estaba ronca de tanto llorar. Me sonrió orgulloso.

-¿Enserio quieres a Lucas?

-Claro que sí. Haga lo que haga no puedo evitarlo. Es como si cada que intento alejarme de él algo me llevara de vuelta a su lado. Por más tonto y mentiroso y todo lo que sea, lo amo.- respondí. Sentí mi corazón iniciar una carrera y zumbar en mis oídos.- Lo amo con cada parte de mí. Con todos y cada uno de sus defectos.

Eché la cabeza hacia atrás y me puse las manos sobre ella.

-En el amar está el perdonar. Lo hizo por tú bien, para protegerte.

-Eso ya no me importa. Lo único que quiero es volver a allá y decirle todo lo que siento. Quiero abrazarlo y besarlo, Trev.- mi voz estaba ahogada por mis manos. No quería ver nada ni a nadie.

-A veces uno tiene que hacer cosas que no quiere para proteger a los demás. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer y muchas veces lo mejor no es lo correcto.-hizo que lo viera a los ojos y me sonrió.- Se equivocó, pero todos lo hacemos cuando estamos enamorados.

-Debo volver.

-Ahora mismo.- me aclaró.

-Trev, te amo hermanito. Y eso nunca va a cambiar. Te juro que si hay alguna forma de revivir a los muertos lo voy a hacer.- prometí, deseando que fuera verdad.

-Yo también te amo, Dest. Siempre te voy a cuidar.

-¿Volveremos a vernos?- realmente no sabía si quería saber la respuesta o no.

-En sueños y cada que tenga la oportunidad. Lo prometo.

Lo abracé nuevamente, con todas mis fuerzas y las lágrimas volvieron a brotar de los ojos de ambos.

-No es un adiós. Es un hasta luego.- vi la promesa en sus ojos y le creí.- Oh, una cosa. Necesitarás esto.

Me extendió una daga de plata. El mango tenía el mismo diseño que tenía la marca en mi muñeca, la cual resplandeció con fulgor al tener la daga en mis manos. La hoja era filosa y bien hecha. Me estremecí.

-¿Y esto para qué es? ¿Qué es está marca?- pregunté.

-Pronto lo sabrás. La marca indica que sigues siendo como Ever. Una inmortal. Debes irte, antes de que sea tarde.- besó mi frente y cerré los ojos.- Mándale saludos a todos de mi parte y diles que los amo.

Cuando los abrí, estaba tendida en el suelo, con la daga en mis manos. La solté de mi inmediato y cayó al suelo con un suave tintineo. La marca dejó de brillar y desapareció.

-¡Lucas!- lloré, cuando vi como estaba tendido en el suelo, herido y con la respiración trabajosa.

2 comentarios:

  1. Lo ameee!!!
    Q triste q trevor y dets no puedan star juntos de nuevo
    ahhhh quiero saber para q le dio la daga, que va hacer con ella????
    Publica pronto si?? Me stas matando
    de la intriga jajaja

    ResponderEliminar
  2. WOAH! Trevor!!
    Q lindo hermanoooo!!
    hahaha
    OOH!! una daga(:
    segiré leyendo!!
    besos!

    ResponderEliminar