Soulmates

Sola. Esa fue la unica palabra que logró penetrar mi caparazón.



jueves, 2 de junio de 2011

19.2 Incomodidades

Estiré mi mano y me topé con una pared. Mis dedos estaban entumecidos de frío y todo mi cuerpo se sentía torpe y tembloroso. Cuando abrí mis ojos note que mi vista estaba algo nublada, y recosté mi cabeza nuevamente sobre mi brazo. Quería saber que pasaba, ni siquiera lograba recordar donde me encontraba o que día era. Intenté recordar algo, pero un fuerte dolor de cabeza me taladró las sienes y opté por dejarlo para después.

Algo húmedo y espeso comenzó a mojar mi brazo, y horrorizada me di cuenta de que se trataba de sangre. Mi sangre.

Tragué saliva con cierta dificultad y busqué a tientas la fuente de la sangre. Palmeé mi cabeza, mi brazo, mi rostro y no encontré nada, hasta que por equivocación coloqué mi mano en un costado de mi cuello y gemí de dolor. Eran dos pequeñas heridas, una junto a la otra y la sangre parecía brotar a borbotones de ahí.

No sé cómo, pero logré ponerme de pie con ayuda de una caja que había junto a mí. Me quedé quieta un momento, tratando de hacer que mi cabeza dejara de dar vueltas para poder salir de ese frío almacén. ¿Cómo había sido tan tonta como para ir a un lugar así sola?

Con ayuda de las paredes y cajas, logré salir de ahí, pero afuera no era mucho mejor. Hacía viento y sentía un horrible frío que me calaba los huesos. Sentía que no podía ni con mi propia alma y parecía que el viento me llevaría volando.

Caí un par de veces y el último tramo para poder regresar a la escuela, lo recorrí arrastrándome solamente con mis brazos, porque mis piernas no parecían funcionar más. Sentía las ramas y piedras cortar mi piel, pero tenía que seguir. Después de un rato mis piernas parecieron volver a funcionar, logré llegar hasta la puerta de entrada del Instituto.

No sabía cuánto tiempo había estado en la bodega, pero si recordaba que me había saltado la última clase para ir a “ver a Jake”. Me recosté sobre un escalón de la entrada porque ya no podía más y cerré los ojos. Solo oí el timbre antes de quedarme dormida.




—Despierta. — alguien dijo. Movió mi cabeza un poco y suspiró. —Venga, despierta.

Abrí los ojos solo lo suficiente para ver a la malévola Avril sostener mi cabeza y pedirme que despertara. Palmeó mis mejillas con cierta delicadeza y sacudió mi hombro. Fui vagamente consiente de los demás alumnos que nos rodeaban, en busca de algo interesante para hablar al día siguiente. Los ignoré.

“Bebió mi sangre. Megan bebió mi sangre.” Pensé, permitiéndole oír. Clavó su mirada fijamente en mí y asintió con la cabeza.

—Ni siquiera vayas a pensar en dormirte de nuevo. — ordenó ella, sosteniendo mi cabeza en su regazo y aplicando un poco de presión a una venda en mi cuello.

— No soporto…— balbuceé torpemente.

Me dio unas firmes palmaditas en las mejillas y movió mi cabeza de un lado a otro para que no me quedara dormida.

—Dios, eres peor que una telenovela médica. ¿Cómo puedes vivir así entre accidente y accidente? — mis ojos se cerraron y no lograba abrirlos hasta que ella me dio una fuerte bofetada. —Te juro que si te duermes y mueres, te revivo solamente para matarte yo misma.

Alcé un poco la vista y vi como me sonreía. Realmente lo hacía. Después de decirme que me odiaba, era una de las cosas más fascinantes que había presenciado en mucho tiempo. Su sonrisa iluminaba su rostro y le daba vida a sus facciones. Seria, no era ni de lejos tan hermosa como se veía en ese momento.

Tomó mi mano entre una de las suyas y suspiró para después añadir con algo cercano a la dulzura: —Resiste, solo un poco más.

— ¿Qué es lo que estamos esperando?

—A Ev y Damen. Ya los llamé, vienen en camino. — Se quitó el cabello del rostro y clavó su mirada en mí. — Pero tienes que resistir un poco más, ¿vale? No puedes dejarlos solos.

Cerré los ojos con lentitud y las manos de Avril se cernieron con más fuerza a mí alrededor. Lanzó un pequeño gruñido que no me pasó desapercibido y me forcé a abrirlos nuevamente. Ella me miraba con detenimiento, como si esperara encontrar algo en mi rostro que no estuviera bien.

No sé cuánto tiempo pasó desde que desperté hasta que el chirrido de unos neumáticos acalló todos los murmullos de los estudiantes y dos figuras corrieron a nuestro encuentro.

Ev no pudo contener las lágrimas, su mirada estaba cargada de preocupación. Se arrodillo junto a mí y Avril se movió un poco para permitirle, pero sin alejarse demasiado de mi.

— ¡Oh, Dest! — chilló mi prima. — ¿Qué te ha pasado?

—Relájate, Ev. — murmuré muy bajo, solo lo suficiente para que me oyera. — Difícil de matar, ¿recuerdas?

Ev sonrió con tristeza. Damen no dijo nada, se mantuvo apartado de mi prima, mirándome, preguntándome con la mirada que era lo que había pasado, articulé un “Después te explico” que solo el logro ver y asintió levemente.

— ¿Cuánto tiempo lleva así?- pregunto Ev que apenas y podía hablar con las lagrimas que le ahogaban la voz.

Avril lo meditó un poco. Ladeó la cabeza de un lado a otro, igual a Lucas, con expresión de desconcierto, clavando su mirada en mi.

—Yo llegué hace 15 minutos y no sé cuánto tiempo se haya quedado inconsciente antes de mi llegada— respondió ella, temblando.

—Llevémosla a la casa- dijo Damen con la mirada todavía perturbada y ahora perdida.

—Hay que avisarle a Lucas- dijo Ev, aunque estaba algo mareada por la sangre que había derramado.

Todavía podía notar algunas cosas, por ejemplo la mirada de Damen, que habían personas a nuestro alrededor buscando un chisme fresco y que a Avril no le gusto mucho la última cosa que dijo Ev, pero ella sabía que no podía hacer nada al respecto.




Alguien tocó la puerta de mi habitación y giré la cabeza hacia ella. Aun me sentía mareada y con un punzante dolor de cabeza y cualquier ruido, por más mínimo que fuera, me parecía aumentado por mil. Ignore el constante golpeteo de la puerta, decidida a aislarme del mundo aunque fuera por un par de… bueno, obviamente no podrían ser años, pero al menos un par de horas no sería malo tampoco.

—Juro que si no me dejas entrar, lo haré por la fuerza.

— ¡No me amenaces! — refunfuñé. — Pasa.

Lucas asomó la cabeza por la puerta y me sonrió tímidamente. Deambuló por la habitación como si fuera la primera vez que se encontraba ahí. Se encontró con una vieja fotografía en un librero.

—Esa fotografía, fue tomada por Bel, tu bromeabas sobre que no tenía una sola foto mía en toda la casa. — relaté.

No me miró.

—No lo recuerdo. — confesó, con la voz tan baja que apenas logré oírlo.

— ¿Puedes venir aquí conmigo?

Giró sobre sus talones y me miro por varios segundos antes de hacer lo que le pedí. Se acerco sigilosamente y se sentó junto a mí. Acaricio mis mejillas y poso su mano en mi frente con delicadeza.

—No me siento bien. — dije.

— ¿Qué te duele? ¿Qué es eso que te incomoda?

Las lágrimas hicieron que los ojos me ardieran con tanta intensidad que no creí poder contenerlas por mucho tiempo.

— ¡Odio sentirme mal todo el tiempo! ¡Mi cabeza parece que va a explotar, mi cuerpo parece convertirse de plomo todos los días! ¡Odio desmayarme constantemente como una imitación patética de una princesa! — solloce, mientras él me oía atentamente. — ¡Odio saber que Megan no estará contenta hasta verme muerta!

Apretó los puños con fuerza y se levanto con un salto de mi lado. Me senté en la cama con todos mis esfuerzos y lo mire avanzar furiosamente hacia mi closet.

Lucas comenzó a lanzar ropa a mi cama sin siquiera mirar de que se trataba. Abrió todas los cajones y extrajo de todo; blusas, abrigos, vaqueros… incluso se sonrojo cuando lanzó mi ropa interior al montón.

Parecía a punto de explotar, por dondequiera que pisara algo volaba hacia mí. Finalmente, avanzó hasta una vieja maleta que tenía algunos años sin usar, la llevó hacía el montón de ropa y comenzó a introducir todo ahí.

— ¿Qué demonios crees que haces? — pregunté, aprisionando sus manos entre las mías para que se detuviera. Lo hizo un segundo pero no me miró a los ojos. Reanudó su tarea ahora con más velocidad. — ¡Lucas!

— Nos vamos. — respondió, con la voz tan seria como pudo.

— ¿A dónde? — chillé, paralizada por la simple idea de salir de casa con la psicópata de Megan por ahí; suelta
.
Se detuvo y me miró con la expresión tan sombría que me estremecí.

—No puedo soportar verte así. — dijo. Suspiró y se pasó una mano por el rostro. — Ahora mismo iremos a Salem a que conozcas a las brujas. Ellas sabrán que te sucede.






Ya sé que el capitulo esta horrible. Y sé también que tenía más de un mes sin publicar, pero, ¿Qué sentido tenía hacerlo si no me gustaba lo que hacía? Estaba enfrascada con otra historia y no tenía NADA de tiempo para escribir, solo imaginar. Gracias a Laura por la ayudadita, a Catherine♥ ¡por su apoyo! Y a todas las chicas que me comentaron. Ya está el capitulo 20, seguramente el sábado ya lo tendremos en el blog. Perdón por todo $:

martes, 12 de abril de 2011

18.2 No puedo

Lucas POV

Antes de poder evitarlo o reaccionar, ya me encontraba en el suelo, con todos mis libros y cuadernos regados sobre mí y la silla a mí lado. Ni siquiera supe en qué momento me había quedado dormido.


La sensación de estar cayendo fue lo que provocó que me despertara, pero no fue lo suficientemente rápido como para evitar la caída. Un fuerte estruendo silenció el salón, lleno de charlas que nada tenían que ver con la clase y que el profesor desde luego ignoraba. Todos me miraron mordiendo sus labios, debatiéndose entre si debían reírse o no. Dios, yo si me hubiera reído, así que les sonreí perezosamente para que lo hicieran.

—Veo que mi clase no es lo suficientemente interesante como para mantenerlo despierto, señor Russo. — ladró el profesor de historia. Las risitas se acallaron un poco, pero no lo suficiente para calmar al profesor. —Póngase de pie inmediatamente.

Me puse de pie, lentamente, con cuidado de no volver a caer. Sentí todo mi cuerpo pesado y aletargado, y se lo atribuí a la siesta que acababa de tomar, pero cuando una fuerte onda de mareo me hizo tambalear y casi caer, decidí que algo no andaba bien.

— ¿Sucede algo, Lucas? — preguntó delicadamente Emily, que yacía sentada junto a mí. Colocó su suave mano sobre mi frente y sentí mi cuerpo relajarse al instante. No podía hacer que las palabras brotaran de mis labios así que no pude responderle. — Creo que debería ir a la enfermería, profesor. — dijo ya que terminó de medir mi temperatura.

El profesor me miró receloso, debatiéndose entre sí creerle a Emily o no, pero realmente no tenía ninguna razón para no hacerlo. Le dedicó una mirada dudosa y con un movimiento de mano, nos indicó que nos marcháramos.

Salimos del salón dando traspiés por mi torpeza y más de una vez tuve que sostenerme de ella para no tambalearme y caer. Deslizó un brazo por mi cintura para estabilizarme un poco y sonreí. Se sentía tan bien estar con ella.

Avanzamos en silencio.


Giramos a la derecha en uno de los pasillos y nos detuvimos frente a la puerta de la enfermería. Emily abrió la puerta para mí y nos introdujimos.

Una mujer con vestimenta completamente blanca se hallaba sentada frente a un escritorio. Seguramente se trataba de la enfermera que ocasionalmente atendía a los “enfermos” cuando la doctora estaba en su descanso o demasiado ocupada.

— ¿En qué los puedo ayudar? — preguntó la enfermera, lanzándome una ojeada de pies a cabeza. No debía de ser mucho mayor de lo que yo aparentaba ser.


— La cabeza me está matando, me siento mareado y muy débil. — respondí.

Presionó sus labios en una tensa línea y señaló un par de sillas: —Esperen ahí un momento.

Nos sentamos y recargué mi cabeza contra la pared. — ¿Y Dest? — pregunté recordándola de improviso.

— Se marchó. — respondió Emily calmadamente. — De hecho ni siquiera entró a la clase.

Cerré los ojos y traté de asimilar la información. No podía procesarla.

— ¿Por qué Dest faltaría a clases?

Emily pareció tensarse y emitir un gruñido desde su garganta. Sus puños de cerraron con más fuerza y sus nudillos de volvieron blancos como la cal. Giró la cabeza violentamente hacía mí y me miró a los ojos.

— ¿Quién es Dest? — preguntó entre dientes.


Había algo hipnotizante ahí, que me impedía apartar la mirada de esos hermosos ojos del color del mar. Me obligaba a verla; me invitaba a adorarla e idolatrarla. Todo lo demás que pasó por mi mente fueron vagos intentos de pensamientos que perdieron consistencia de un segundo a otro.

— No lo sé… — me oí decir.

Emily sonrió abiertamente y señaló a la secretaría con la cabeza. Sacudí la cabeza creyendo que eso borraría el dolor palpitante de mi cabeza, pero solo lo empeoró.

— Pueden pasar, chicos. — dijo la mujer.

Me quedé un momento de pie ahí, preguntándome porque había respondido que no sabía quién era Dest, mi novia.






—Bien, Lucas, creo que deberías ir a casa y descansar un poco. Tal vez solo fuera consecuencia de no dormir y alimentarte incorrectamente. — concluyó la doctora Roberts, que en ese momento estaba a cargo.

Me mantuve recostado un momento más, esperando a que el mareo se pasara. La sensación que me atravesaba me recordó a la vez que, vergonzosamente, me emborraché en la fiesta de navidad; aletargado y todo era brumoso.

—Gracias. — le dije a la doctora que me sonrió.

Emily estaba de pie en una esquina del consultorio, fingiendo que prestaba atención a los carteles que invitaban a los jóvenes a no tomar, drogar o fumar y a usar preservativos, pero realmente sabía que no dejaba de mirarme a mí. Una sensación de calor me recorrió todo el cuerpo y sonreí levemente por lo placentero de la misma.


— ¡Eh! ¡Jason! ¿Otra vez aquí? — gritó la doctora, después de que asomó la cabeza por la puerta del consultorio.

— ¡Le he dicho que dejé de intentar pavonearse frente a las chicas! — respondió otro chico.

— ¡Cierra la boca, Matt! — se quejó otro chico, probablemente Jason. Su voz se oía como cuando tapas tu nariz e intentas hablar; nasal.


La doctora se disculpó con la mirada y salió del pequeño consultorio.


Miré a Emily fijamente. Se acercó lentamente a mí. Podía oler el perfume de su piel a rosas y su aliento me rozaba la piel cálidamente. Por un segundo, me hallé deseando que lo hiciera; que me besara, realmente lo quería. Era un sentimiento raro incluso para mí. Todo mi cuerpo gritaba que lo hiciera, que se lo permitiera, no habría nada de malo en ello.

Una extraña sensación de deseo me sobrecogió y me estremecí. Me respiración se volvió agitada y cada segundo la sentía más y más cerca. Solo unos centímetros más y probaría sus labios…

—No puedo. — me forcé a decir.


Ella se congeló en su lugar y nuestras frentes se unieron al igual que las puntas de nuestras narices. Exhaló su aliento sobre mis labios y me estremecí. Resignado, me alejé un poco y en su lugar, besé suavemente su mejilla. Alejó su rostro de mí y fue como si de pronto algo me faltara.

Bajó la mirada y el cabello le cubrió el rostro. Se puso de pie y caminó a la puerta, esperando que la siguiera para llevarme a casa.





— Llegamos. — anunció Emily, deteniendo su auto frente a la casa de los Boudelair. Ambos nos quedamos en silencio un momento, que se tornó odiosamente incómodo.

— De lo que pasó… — comencé a decir, pero me silenció llevando sus dedos a sus labios.

— Déjalo así. Enserio, está bien.

Bajé del auto y caminé perezosamente a la puerta, esperando encontrar a Dest o por lo menos a Ev para tener alguien con quien estar. Miré el lugar donde Dest normalmente estacionaba su auto y me estremecí cuando lo encontré vacío. Era extraño.

— ¿Dónde demonios has estado? — atajó Avril marchando hacía nosotros.

Su andar era un poco petulante y fruncí el ceño. No me gustaba porque no significaba nada bueno. Se detuvo frente a Emily y la inspeccionó de pies a cabeza con detenimiento, como si buscara algo extraño en ella. Entrecerró un poco los ojos y gesticuló algo con los labios que no pude entender. Sin previo aviso se puso tan tensa que creí se rompería. Bajó la mirada y se destensó un poco.

—Mucho gusto. Emily. — se presentó extendiéndole la mano a Avril.


Avril la miró con el ceño fruncido y con un movimiento de cabeza ignoró el intento de ser amable con ella. Emily se encogió un poco y pude ver sus mejillas sonrojarse de vergüenza mientras Avril tamborileaba el suelo con el tacón de sus botas de imitación de cuero. Mordía su labio fuertemente y se veía tensa y nerviosa como hacía mucho tiempo no la veía.


— ¿Qué sucede? — pregunté a Avril.

Una luz se encendió en sus ojos y usé todas mis fuerzas para clavar mi mirada en ella.


— Deberías verlo por ti mismo. — suspiró ella, quitándose el cabello de la cara.


La miré y articulé “¿Qué pasa?” con los labios. Su ansiedad me carcomía los nervios cada segundo que pasaba y ella no hablaba. La incertidumbre provocó que mil cosas que pudieron haber pasado llegaran a mi cabeza, pero no estaba listo para lo que respondió.

— Es Destiny.

martes, 29 de marzo de 2011

17.2 Megan

Megan.

Cerré los ojos con fuerza y busqué apoyo en algo, lo que fuera, para no perder el equilibrio. El suelo pareció bailar bajo mis pies violentamente y una onda de nauseas hizo que mi estómago se revolviera. Sentí las arcadas y un desagradable sabor en la boca que me marearon aún más.

No podía ser real; ella no podía estar ahí, frente a mí. No después de que hubiera matado a Taylor. Ella se había escapado para no volver así que tenía que estarlo imaginando. Lucas jamás lo hubiera permitido. Aunque… tenía mis dudas.

Abrí los ojos reluctante, tomé aire lentamente y lo exhalé entre dientes. Miré por todos lados, y no vi nada. Ni a nadie. Un suspiro de alivio salió por mis labios y caí al suelo, riendo histéricamente por haber sido tan tonta. Claro que tenía que haberlo imaginado después de todas esas cosas raras que me habían pasado últimamente.

— ¿Me extrañaste?


Giré mi cabeza y ahí estaba, sentada con las piernas cruzadas sobre una de las grandes pilas de cajas que había en la bodega. Su rubio cabello resplandecía en la luz fosforescente y el que debería ser marrón de sus ojos, resplandecía de un horrendo rojo escarlata.


— Oh, claro que lo hiciste. — se mofó Megan.


Mi respiración se detuvo. También mi sangre y prácticamente cada sistema de mi cuerpo. Una sonrisa salvaje se curvó en sus labios y todo volvió a funcionar de nuevo dentro de mí. Quise correr, pero como al principio, me quedé clavada al suelo, incapaz de hacer nada.

— Si yo fuera tú, no lo intentaría. — comenzó a caminar en círculos alrededor de mí, inspeccionándome con cuidado. — Tú sabes lo que soy capaz de hacer. — mordió una de sus uñas y sonrió. — Bueno, antes que nada, hola, Destiny Boudelair.

Mordí mi lengua y me abstuve de decir algo más porque sabía que no diría nada bueno, aunque de todas formas, no me iba a ayudar de mucho decir cualquier cosa. Si estaba ahí para matarme, aunque rogara y suplicara, no se iba a detener a tener cualquier clase de compasión por mí.

Ya que vio que no respondí, se acercó a mí y tomó mi barbilla en una de sus manos. Clavó sus uñas en mi piel y me miró directo a los ojos.


— Se dice: “Hola, Megan. Es un placer volver a verte. ¿Cómo te ha ido?” — comenzó a balbucear, haciendo una pobre imitación de mi voz.

Hice lo que me pedía. Resistirme no serviría de nada.

— Hola, Megan. — fue lo único que mascullé. Cada movimiento de mi mandíbula significaba que sus uñas se clavaban más en mi carne y eso solo provocaba más dolor.

Echó a reír estruendosamente y me liberó de su agarre.

— No temas, no vine a matarte. — dijo mientras caminaba. Se detuvo un segundo y me miró sobre su hombro. — O al menos no hoy. — sonrió y siguió caminando.

— ¿Entonces qué quieres? —demandé saber, esforzándome porque mi voz se oyera amenazadora, pero más bien me recordó a una niña pequeña que quiere que dejen de hostigarla.

— ¿Qué no puedo simplemente venir a ver cómo te encuentras? — se detuvo detrás de una caja y recargó sus codos en ella, mirándome con la expresión más inocente que tenía.


Se veía tan normal, dulce e inocente que casi me lo trago. Era fácil creer que ella no mataría ni una mosca, pero yo sabía más sobre ella. Ella era una vampiresa que no se tocaba el corazón cuando de alimentarse se trataba y tampoco para romperle el cuello a alguien como Audrey, una chica que había coqueteado con Lucas y había intentado ayudarla.


— ¿No será que vienes a ver qué tan miserable soy? — inquirí.

Me dedicó una deslumbrante sonrisa y volvió a seguir con su caminata por la bodega. Tomó un par de objetos que no logré ver y los olisqueó, haciendo muecas de desagrado.

— Recuerda que yo sé tú pequeño sucio secreto, pequeña humana. — me guiñó un ojo y se sentó en otra caja. — Yo sé lo que pasó esa noche, solo estábamos nosotros cuatro. ¡Ops! ¡Nosotros tres! — rió como una chiquilla que acaba de cometer una travesura sin importancia y me estremecí. Para ella no significaba nada. — ¡Fue tan dulce! ¡Tú vida por la de una basura como Lucas!

Di un paso al frente. No iba a permitir que lo insultara de ninguna manera; no tenía derecho de ello. Busqué a tientas algo que pudiera ayudarme para “incapacitarla” y así escapar, pero no encontré nada parecido a ajo; ni siquiera estaba segura de si eso funcionaba realmente.

— No lograrás nada, bonita. Necesitarías una destreza que dudo que tengas y unas cuantas cosas más que no soy tan tonta para mencionar.


Conté hasta tres e intenté correr a la puerta. Oí a Megan suspirar con exasperación y de un segundo a otro, ya estaba del otro lado de la habitación, en el suelo debajo de cosas que no me molesté en identificar.

— Por favor, déjame ir. Te lo suplico… — probé. Tal vez si fingía estar tan asustada como para suplicar, me dejaría ir.

Megan sonrió con satisfacción y se acercó para levantarme. Agarró mi cabello con una de sus manos y lo enredó entre sus dedos. Lo jaló con tanta fuerza que creí lo arrancaría todo y me vi de pie en un instante, gimiendo.

— No dudé que lo harías. — se burló. — Pero necesito que hagas algo por mí.

Me soltó y casi caigo al suelo. Buscó algo en uno de los bolsillos de su chaqueta y sonrió. Me mostró dos pequeños sobres, cada uno tenía escrito un nombre con perfecta caligrafía. Andrew y Emily.

Gemí. ¿Qué tenían que ver esos dos nombres entre sí? Andrew era el ex novio de Megan, pero el nombre Emily no tenía ningún sentido para mí.

Un segundo.

No podía ser la misma Emily que yo conocía, ¿verdad? Se acercó más a mí y metió ambos sobres en uno de míos bolsillos con cuidado y después acomodó mi chaqueta pulcramente.

— Necesito que entregues esto a mí amado Andrew y a Emily, la chica por la cual Lucas te ha cambiado. — habló ella, con la sonrisa más grande que alguna vez le vi. — Pobrecita de ti. Tú vida están… miserable. Ni tus padres, ni tu prima, amigos, ¡ni Lucas te quiere!

— Calla.

¿Y quién me va a obligar? ¿Tú? ¡Ha-ha-ha! ¡Que alguien me ayude! — rió. — Has lo que te he pedido. Sé que puedes hacerlo, no es tan difícil. Además, es un buen trato. ¡Tú entregas mis cartas, y yo te dejo vivir!

Aplaudió y dio pequeños saltitos en su lugar. Aproveché su distracción e intenté correr una vez más y volvió a pasar lo mismo; volví a ser lanzada a un lado por ella. Solo que esta vez hubo una gran diferencia. Esta vez, choqué contra algo que me provocó una herida en la muñeca por la cual comenzó a borbotear sangre.

Una expresión hambrienta le cruzó el rostro y se acercó a mí. Sus ojos cambiaron del rojo al negro y una sombra eclipsó sus facciones. Me mostró sus colmillos y gruñó. Tomó mi cabello y lo jaló hacía atrás; mi garganta quedó expuesta.

— Esto no te dolerá. — lo pensó un segundo. — Olvida eso. Claro que lo hará.

Sus fríos labios presionaron mi piel y sentí sus colmillos rozar mi garganta expuesta. Sabía lo que venía después. Forcejeé con todas mis fuerzas, pero un humano jamás se compararía con un vampiro y menos uno de su edad.

Un agudo dolor me azotó en el cuello y fui consciente de sus colmillos rasgando mi piel. Jadeé en busca de aire, y este no llegó. Era la sensación más extraña que jamás había sentido. Sentí que tomaban la vida fuera de mí y no podía hacer nada para detenerlo. No dolió. Es más, hasta se sintió bien. Fue como cuando te anestesian y todo te parece gracioso. Todo era tan gracioso que no podía sentir miedo, por más que una vocecita gritaba dentro de mi cabeza que debía sentirlo. Mi cuerpo se volvió de plomo y puntos de colores bailaron frente a mí.

Bailé entre la conciencia y la inconsciencia hasta que no supe más de mí.

lunes, 14 de marzo de 2011

16.2 Amenazas

— ¿Está despierta?

— No seas tonto, claro que no.

— ¿Qué le estará pasando?

— No tengo idea, pero no se ve nada bien.

Oí las voces arremolinarse unas con otras y por más que intenté concentrarme para saber de quién provenía cada comentario, no podía, era como si estuviera debajo del agua y todo se oía ahogado.

No podía abrir los ojos ni moverme; tenía todo el cuerpo entumido. Después de mucho intentar y nada lograr, me di por vencida y volví a caer en el mundo de los sueños.





Bip. Bip. Bip. Bip.

Si volvía a oír otro bip me volvería loca. Ese maldito sonidito me había despertado e incluso lo había soñado. Abrí los ojos lentamente y los cerré de golpe cuando una fuerte luz me cegó momentáneamente. La cabeza me dolía por la almohada tan dura y acartonada en la que tenía la cabeza y la cama parecía hecha de cartón.

Había un fuerte olor a medicina y líquidos para esterilización inundando la habitación, y eso solo pertenecía a un solo lugar. Todo era blanco, absolutamente blanco sin excepción; cada mueble, cada pared, todo.

Ugh. Un hospital.

Abrí los ojos con cuidado y efectivamente, me encontraba en la cama de un hospital. Todo lo que me rodeaba era blanco y el maldito pitido que oía era una máquina que según lo que había oído medía mi presión sanguínea.

“¿Cómo llegue aquí?” Me pregunté.

— Te desmayaste.

Giré la cabeza hacía la derecha y vi a Lucas sentado en un pequeño sofá junto a una ventana de cortinas –“sorprendentemente”- blancas por las cuáles se filtraba la luz del sol. Vaya que sí lucía mal, con los círculos morados debajo de sus ojos y ese aspecto de no haber comido ni dormido ni un poco.

— ¡Hey! — protestó. — Sigo aquí.

— Si no quieres enterarte de lo que pasa por mi cabeza entonces no oigas lo que pienso. — me defendí.

Inspeccioné la habitación y no encontré nada interesante que hacer.

— ¿Sigues molesta? — preguntó quedamente. No lo estaba encarando, pero sentía su mirada sobre mí como pequeñas agujas que me piqueteaban en cuerpo.

Vacilé. — ¿Tú qué opinas?

— Que anoche me besaste. — se regodeó. Tensé la mandíbula y lo fulminé con la mirada.

— Me diste lástima, solo eso. — mentí mientras miraba una esquina de la pared.

— Mentirosa.

— Arrogante.

— Sabes bien que si querías besarme. — respondió sonriendo.

— Ya te dije que me diste lástima. ¿Por qué crees que me desmayé?

Puso los ojos en blanco y me miró con expresión de falsa sorpresa e indignación. Se levantó de su lugar y caminó lentamente hacia mí, haciendo un esfuerzo inútil por no arrastrar los pies del cansancio que debía estar sintiendo. Se detuvo frente a mi cama y me miró fijamente, como si no lo hubiera hecho en años.

— Te amo. —- murmuró débilmente, y pareció que le estaba costando un esfuerzo terrible pronunciar esas palabras.

De pronto olvidé mi enfado y sentí ganas de llorar, fui capaz de percibir las lágrimas agolpándose detrás de mis ojos y una molesta sensación de vacío en el pecho. No tenía ni idea de que me sucedía, solo sentía ganas de llorar y golpear algo.

— ¿Qué te está pasando, ángel? — preguntó Lucas, con la expresión llena de dolor y preocupación.

Rompí a llorar como una fuente rota y me Lucas me movió un poco para poder abrazarme. Se recostó junto a mí y me rodeó con sus brazos firmemente, protegiéndome con su cuerpo de todo y todos. Era uno de esos momentos en los que no había nada más que nosotros dos y ese lazo que nos unía.

Quería quedarme ahí junto a él todo el tiempo posible, preferiblemente para siempre, pero para mí él para siempre ya no era aplicable. Había echado todo a perder. Y Megan había sido la culpable de todo. Megan había echado a perder tantas cosas que me era difícil recordarlas bien.

No sé cuánto tiempo debimos de estar así, abrazados, pero como en todo momento perfecto, siempre llega alguien a interrumpirlo.

— ¡Luke! — chilló Avril, asomando su cabeza por la puerta.

— Pasa, Avril. — suspiró Lucas, con un matiz de incomodidad en la voz.

Avril entró a la habitación agitando las caderas al caminar y sonriendo casi alegremente. Lucas me miró y besó mi cabello suavemente antes de tomar una de mis manos y entrelazar nuestros dedos. Llevó mi mano a sus labios y besó mis nudillos. Logré ver como Avril rodaba los ojos con molestia y sentí una punzada de odio hacía ella.

— ¿Te molestaría cuidarla un rato en lo que voy y aviso a Ev y Elizabeth que ya despertó? — preguntó Lucas.

— Pero-

— Gracias, yo también te quiero. — la cortó Lucas antes de que pudiera decir algo más. Se inclinó sobre mí y plantó un beso en mi frente y otro en mis labios antes de ponerse de pie y dirigirse a la puerta. — Vuelvo enseguida, solo han bajado a la cafetería.

Y se fue.

Avril refunfuñó audiblemente y se sentó de mala gana en la silla en la que Lucas había estado antes. El silencio era pesado e incómodo y sentía mi corazón latir en mis oídos. Todavía no sabía qué hacía allí, así que solo pude preguntarle:

— ¿Tú sabes porque estoy aquí?

Ella alzó su cabeza y me clavó la mirada, entrecerrando un poco los ojos y frunciendo el ceño profundamente. Bufó y lanzó su cabello lejos de su rostro.

— Te has desmayado. No podían lograr que despertaras, ardías en fiebre y tu ritmo cardíaco estaba por los suelos. — respondió secamente. — Estás estabilizada, pero creo que debes quedarte en observación un par de días.

Eso me dejó callada un instante. Lo de la fiebre y el desmayo lo entendía, no me había estado sintiendo bien últimamente, ¿pero ritmo cardíaco bajo? Eso si no tenía ninguna explicación lógica para mí. Me sentí estremecer y el sonidito del demonio aumento su velocidad.

Yo no le agradaba a esa chica por alguna razón que no sabía, y eso me ponía nerviosa, porque al parecer todos la quería y adoraban y demás. Yo jamás la había conocido en mi vida, así que, ¿Por qué tanto odio? Tragué saliva y probé mi suerte.

— ¿No te agrado, cierto? —me atreví a preguntarle.

Esperé que dijera algo, pero en su lugar, comenzó a reír histéricamente, abrazó su abdomen con un brazo y con el otro quitaba el cabello que caía en su rostro cuando se inclinaba hacía enfrente.

— No, claro que no me agradas. — confesó.

— ¿Qué te hice yo?

En menos de lo que parpadeaba, ya había cubierto la distancia entre nosotras y se encontraba de pie junto a mi camilla. Aferró sus manos al barandal y se inclinó ligeramente, mostrándome sus relucientes dientes. Sus ojos seguían pareciéndome inquietantemente familiares pero hermosos y a la vez aterradores.

— Mira, dejemos esto en claro. No me agradas y sé que no te agrado. Yo estoy aquí por Lucas y creo que tu también, así que, ¿qué te parece si no te metes en mi camino y todos somos felices? Porque si aquí alguien debe hacerse a un lado, esa eres tú, y no yo. — me dijo lentamente, como si fuera una retrasada mental.

— Eres… —intenté decir, pero me interrumpió.

— ¿Una zorra? Lo sé. — sonrió. — Lucas es demasiado bueno para alguien como tú, así que por tu bien, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir o de lo contrario, me vas a conocer.







Dos días después y con la promesa de vigilarme, fui dada de alta y se me permitió volver a la escuela. Todo el Instituto parecía haber sido puesto bajo una capa de bruma. Todo parecía bailar frente a mí y sentía que en cualquier momento golpearía el suelo y me quedaría ahí, sola e inconsciente.

Arrastré los pies hasta mi casillero y antes de abrirlo, una nota cayó de una de las rendijas y me acuclillé para recogerla. El papel era rugoso, y parecía haber sido arrugado a propósito. Lo desdoblé con cuidado y leí:


“He sido un idiota. Lo siento mucho.
¿Podríamos hablar después de clases?
Si aceptas, te espero en la bodega, después del último periodo.
Jake”.


Eso era algo que tenía que oír.



Entré a la bodega a la hora citada. El aire era denso y difícil de respirar; me pregunté por qué Jake querría citarme en un lugar como ese si podríamos hablar en cualquier parte. Tal vez solo quisiera privacidad, me dije.

La puerta se cerró repentinamente y de alguna forma, la temperatura pareció descender drásticamente. Una risotada estruendosa retumbó por toda la bodega y sentí una necesidad urgente de salir corriendo de ahí, pero cuando intenté abrir la puerta, esta parecía atascada.

Alguien chasqueó la lengua y dijo: — No funcionará.

Una sensación parecida a la de arañas caminando por todo mi cuerpo me embargó y quise correr, pero mis piernas se quedaron clavadas al suelo.

— Vaya, vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? Nada más y nada menos que a la inofensiva Destiny Boudelair. — se mofó la voz.

Megan.

.:. :. :.

Hola! Creo que los nombres de los capitulos seran el nombre de la cancion que oiga en ese momento a falta de imaginacion o.O Gracias a las chicas que comentan. Se les quiere, Bianca♥

miércoles, 26 de enero de 2011

15.2 Avril

Lucas POV

Estaba abrazando a Avril.

Realmente estaba ahí y no podía creerlo. Abrazarla en la forma con la fuerza que estaba haciendo no estaba ayudando a recuperar todos esos meses sin ella. La había extrañado con tanta intensidad que no podía creer que esa chica que sostenía en mis brazos fuera realmente ella.

Su aroma a vainilla y fresias me inundó las fosas nasales cuando hundí el rostro en su suave cabello e inspiré todo lo que pude. Esta vez llevaba el cabello de color negro, reemplazando el color cobre de la última vez que cubría su cabello originalmente castaño claro. Tenía los mismos ojos almendrados de color verde que se podía confundir con azul en ocasiones. Avril era preciosa. Con ese esbelto cuerpo digno de una bailarina de ballet y ese rostro perfecto era la imagen de un ángel en la tierra.

La alejé un poco de mis brazos para verla a los ojos y casi sentí un dolor físico al hacerlo. Quería mantenerla junto a mí todo el tiempo, toda la vida y que jamás volviera a irse.

— No vuelvas a irte. — le pedí al oído una vez que la volví a abrazar.

Sus brazos me envolvieron y sus manos se aferraron a mi camisa.

— No lo haré. Esta vez, vine para quedarme contigo. — me avisó. No pude evitar la enorme sonrisa que se dibujo en mis labios al oírla decir eso.

— Con permiso. — se excusó Dest, que salió de la habitación directo a las escaleras hecha una fiera.

Maldita sea.
Me había olvidado completamente de ella.






Dest POV

- Con permiso. - dije.

Subí las escaleras a toda velocidad, apretando los puños y castañeando los dientes. Algo me estaba quemando por dentro y no era precisamente un sentimiento bueno. Pensé en ir a mi habitación, pero me encontrarían muy rápido. Entonces, ¿a dónde?

La respuesta me llegó cuando una suave ráfaga de viento me acarició los cabellos, proveniente de una ventana abierta. Me dirigí a mi habitación y cerré la puerta con el cerrojo. Me dirigí al balcón y abrí las puertas. También las cerré. Escalé con dificultad el gran roble junto a mi habitación y subí al techo.

Me recosté en el frío piso y estiré mis brazos y piernas. Me sentía igual a un gato que acaba de despertarse y necesitaba estirar todas sus extremidades para poder andar. Miré las estrellas tintinear en el cielo como pequeños diamantes e intenté sonreír, pero no pude.

Me sentía triste y abandonada. Los últimos días habían sido una total pesadilla para mí; no podía comprender por qué estaba teniendo tantas peleas y disgustos con las personas que amaba por razones tan tontas.

No me había quedado a ver u oír como al parecer todos los presentes alababan y saludaban a esa chica, la tal Avril. No quería ver como Lucas la miraba con adoración y como mi familia la saludaba amorosamente. Yo no quería más desconocidas en mi vida que me miraran con desprecio y me robaran la poca atención que las personas que amaba me daban.

Ella debía de ser una de las muchas ex novias de Lucas. ¿Cuántas más habría en la lista? Al parecer estaban empecinadas en volver en los momentos más inoportunos a su vida. ¿Y quién era yo comparada con esas diosas? Tal vez nadie. Descarté el pensamiento, pues solo logró deprimirme aún más.

— ¿Es mi imaginación o las estrellas te relajan? — preguntó Lucas.

Se sentó cautelosamente junto a mí y me pasó su chaqueta por los hombros. La tomé entre mis manos, la hice una bola y la lancé lo más lejos que pude, enfurruñada. Sentía que quería llorar, pero me rehusaba a hacerlo frente a él. Al fin y al cabo, él era el culpable de todo lo que me estaba pasando; así que tragué saliva, tomé aire, y elevé la barbilla.

— Largo de aquí.

— Oblígame. — me retó seriamente.

Ambos nos pusimos de pie al mismo tiempo y coloqué mis manos en su pecho para empujarlo. Parecía una roca y mi fuerza era insignificante comparada con la suya. No logré moverlo ni un centímetro. El se echó a reír fuertemente, y solo logró enfurecerme aún más. No quería que se burlara de mí.

— ¡Vete… de…. Aquí! — grité a todo pulmón. El me dejó empujarlo y pronto llegamos a la orilla del techo.

Balanceó los talones en la orilla, y sí, mi intención era lanzarlo al suelo. Yo sabía bien que no lo lastimaría ni un poco, porque antes de llegar a tierra haría algún mal truco para impresionarme y quedaría ileso.

Di un empujón más, y maldita sea, no sé cómo demonios hizo, pero logró hacer que cambiáramos de lugar y en lugar de ser él el que quedaba en la orilla, fui yo. Mis talones quedaron al aire mientras mis puntas buscaban desesperadamente el piso del techo. Lucas sostenía mis muñecas entre sus manos y era lo que evitaba que cayera. Miré el suelo dos pisos debajo de mis pies y sentí un fuerte mareo taladrarme la cabeza al percatarme de lo malo que podría ser que cayera.

— ¡Suéltame! — ordené. El liberó mis muñecas un instante y sentí mi cuerpo irse para atrás por la gravedad. Proferí un fuerte alarido de terror, pero antes de siquiera comenzar a caer, volvió a tomar mis manos y a sostenerme. — ¿¡Te parece gracioso!?

— ¿Si digo que sí estoy en problemas?

— ¡Vete al diablo!

— Está bien. Pero te vienes conmigo. — hizo que su rostro quedara a escasos centímetros del mío y se quedó así. — No puedo ir a ninguna parte sin ti.

Su cercanía me aceleró el corazón y el deseo de tocarlo me robó el aliento, porque en la posición en la que estábamos no contaba como tocarlo. No podía creer que aún después de lo que había pasado esa noche deseara más de él; todo lo que pudiera tener.

Eliminé los centímetros que había entre los dos y lo besé en los labios. Me estremecí cuando me sujetó de la cintura, por el calor de sus manos y más aún cuando me unió a su cuerpo. Lo sujeté por el cuello de la camisa y sentí su sonrisa mientras me besaba.

— Te odio, Lucas, te odio con toda el alma. — le dije. Dejó de besarme y me miró a los ojos seriamente.

Sonrió y volvió a besarme. Me alejó de la orilla y siguió besándome como si la vida se le fuera en ello.

Y de la nada, mi cuerpo se desconectó de mi cerebro, mis piernas fallaron y solo oí a Lucas llamarme una y otra vez antes de quedar inconsciente.




Lucas POV

No sé cómo ni por qué, pero apenas logré sostener a Dest antes de que cayera al piso. Su cuerpo se desplomó en mis brazos y mi rodillas se doblaron un poco por la repentina carga que me cayó encima.
— ¡Avril! — grité a todo pulmón, siendo ella la primera persona que vino a mi mente. — ¡Avril, Damen!

Ellos aparecieron frente a mí en lo que pareció una eternidad, con el rostro crispado de preocupación y los cuerpos temblando por el frío. Damen casi protesta por hacerlo ir estando molesto conmigo, pero en cuanto vio a Dest inconsciente en mis brazos, se tragó sus palabras y se acercó tambaleante.

— ¿Qué le hiciste? — preguntó perplejo.

— ¿Tiene la costumbre de desmayarse? — intervino Avril, pero Dam ignoró su pregunta como si ella jamás hubiera hablado.

— No he hecho nada. —respondí a Damen. —Y digamos que no, pero en ocasiones sucede, Avril.

Avril sopesó mis palabras un instante y emitió un sonido extraño con la garganta. Se acercó y puso una de sus delicadas manos en la frente de Dest. Mordió su labio y llevó sus dedos al cuello de mi novia, presionó ligeramente y yo la miré extrañado, hasta que me di cuenta de que estaba midiendo su ritmo cardíaco.

—Su pulso es muy bajo. — nos dijo. — Y tiene mucha fiebre. Lucas idiota, no deberías dejarla salir con esta temperatura si está delicada de salud.

— No debería estar con ella, siquiera. — gruñó Damen. Avril suspiró y me la arrebató de los brazos.

—Increíble cuán imbéciles pueden ser, en vez de pelear, deberían pensar en su salud y llevarla a un lugar caliente. — ladró ella, que desapareció con Dest y nos dejó solos.

Damen dejó el silencio prolongarse y me pregunté qué estaría pensando. Solía tener discusiones con él, pero no acostumbraban llegar a tanto, nunca lo hacían. Me dolía pelear porque además de ser mi mejor amigo, también era el mejor amigo de Dest, su casi hermano, y sabía que a ella le dolían este tipo de enemistades entre nosotros.

—Deberíamos entrar. — sugerí.

Damen comenzó a bajar en silencio sin darme la cara y lo seguí.

Entramos a la casa de nuevo directamente por la habitación de Dest, y para sorpresa de Damen y mía, Ev y Avril la estaban desvistiendo. Cuando ambas se percataron de nuestra presencia, la cubrieron de nuestra vista con sus cuerpos y nos fulminaron con la mirada.

— ¡Chist! — gritó Ev.

— ¡Largo de aquí! — chilló Avril. — Le daremos un baño haber si así baja la temperatura.

Salí a rastras de la habitación y caminamos de vuelta al primer piso de la casa. Abajo, Robert y Elizabeth yacían sentados en los sillones charlando animosamente.

Me sorprendió la indiferencia hacia su propia hija. Dest se quejaba constantemente sobre lo desnaturalizados que eran sus padres y siempre creí que exageraba. Hasta hoy. ¿Cómo podían unos padres ignorar tan naturalmente la salud de su hija? Y lo peor del caso, era que su salud no era lo único que pasaban por alto. Tampoco su seguridad parecía importarles demasiado; como cuando Megan la mandó a secuestrar y matar y después la secuestró ella misma e intentó matarla ella misma sin mucho éxito.

Incluso Ev parecía más su hermana, y Katherine se preocupaba igualmente por su bienestar aunque esta última no era muy bien recibida por Dest.

— Puedes irte. — gruñó Damen cuando nos sentamos frente a Robert y Elizabeth.

— No me voy sin saber qué pasa con Dest. — respondí tajantemente.

— Cariño, — comenzó a decir Elizabeth, con su voz “dulce”. — creo que lo mejor es que te vayas. Avril puede quedarse aquí hasta que acondiciones una habitación en tu casa para alojarla.

Con todo el drama de esa noche, había olvidado por completo que no tenía ninguna habitación libre para Avril. Demonios. Tendría que quedarse en esta casa hasta que tuviera un lugar donde dejarla. Podía dormir en mi habitación, pero sería casi imposible convencerla de que yo dormiría en el sillón.

— ¿No es ningún problema? — pregunté tímidamente.

— Desde luego que no. La casa es grande, hay mucho espacio para ella. — esta vez fue el padre de Dest quien respondió. — Avril siempre será bienvenida.

— Ve y despídete de ella, que mañana a primera hora estarás aquí para verla. Adoro cuando se reúnen; se ven adorables juntos, Lucas. No sé porque cada vez que están juntos, vuelven a separarse. Es una lástima.

Las palabras de Elizabeth me llegaron hondo. No permanecíamos mucho tiempo juntos por nuestras diferencias. Después de cierto tiempo, las peleas se volvían constantes y preferíamos separarnos en vez de romper nuestra relación. Sabía que era por nuestro bien, pero eso no quitaba el hecho de que me doliera no tenerla cerca.

— Está bien. — accedí. No quería más problemas con la familia.

Me despedí de todos, y mientras subía las escaleras, no pude evitar oír a Robert decirle a Damen:

— Creo que debemos hablar de algo que sucedió esta noche.

Antes de llegar a la habitación, choqué contra Avril en el pasillo. Me miró ceñuda y creí que me ignoraría, pero en vez de eso, se limitó a abrazarme fuertemente y pasar sus cálidas manos por mi cabello.

— Maldito seas, Lucas. Jamás debí hacerte caso de separarnos. — murmuró después de un buen rato.

— Tú elegiste irte.

— Porque te quiero y si seguíamos juntos terminaríamos odiándonos. — ambos suspiramos al mismo tiempo y nos sentamos en un par de sillas que había junto a nosotros.

— Yo también te quiero, Avril. — susurré. Recargó su cabeza en mi hombro y suspiró. — No vuelvas a irte. No sé como haremos esto, pero no puedes dejarme de nuevo.

— Prometo no hacerlo.

Se quedó callada un momento, y oí un suave “ommm” proveniente de su garganta, tal y como hacía cuando estaba pensando en algo.

— ¿Puedes ayudar a Dest? — pregunté.

Su cuerpo pareció ser catapultado hacia delante, porque se levantó de un salto y me miró furiosa.

— No. No puedo ayudarla.

— Venga, Avril, sabemos que si puedes. — le dije, pero solo logré alimentar su enojo.

— ¡No puedo!

— ¿Por qué? — demandé saber.

— ¡Por qué no me agrada! ¡Ella no es para ti!

14.2 Eet

Oía el rítmico golpeteo a la puerta de mi habitación pidiéndome que abriera, pero igual lo ignoré. Si Damen realmente quería entrar, podría hacerlo en cualquier momento pues el cerrojo de la cerradura no bloquearía sus habilidades y tampoco las de Ev.

— Venga, Dest, ábreme. — suplicó por millonésima vez Damen.

Tenía los ojos hinchados y las manos me temblaban de tanto llorar. La cabeza me punzaba y el estómago lo tenía hecho un revoltijo de nervios. Sentí un vuelco en la boca del estómago y corrí al baño. Apenas y logré llegar al retrete para vomitar. Los oídos me zumbaron y los ojos volvieron a llenárseme de lágrimas.

— Tranquila. — murmuró Ev, retirándome el cabello suavemente de la cara. Acaricio mi espalda maternalmente y frotó mis hombros delicadamente. Había entrado gracias a una de sus maravillosas "habilidades" y Damen se había quedado afuera de seguro.

Ella me daba seguridad, cómo si no importara que tan mal estuvieran las cosas, ella las iba a solucionar hasta que todo estuviera bien para mí.

Cuando hube devuelto todo lo que llevaba en el estómago, me hizo girar y limpió las comisuras de mi boca con un pedazo de papel. Me sonrió tristemente, pero no preguntó nada; bien, porque aunque lo hubiera hecho no le hubiera respondido.

— Causarás que a Damen le dé un ataque cardíaco. Ha estado como loco toda la noche. Creo que estaba a punto de llamar a la CIA para que investiguen qué sucede. — bromeó para aligerar el ambiente.

La miré a los ojos y rápidamente me sentí relajada. Sus ojos eran grises, tales como los de Trevor, igual de claros y penetrantes, pero a la vez tranquilizadores. También era tan rubia como lo había sido mi hermano. Incluso parecía más su hermana que yo, o Katherine. Por eso ambos siempre habían tenido el mismo efecto cálido, protector y tranquilizador sobre mí.

Me extendió una mano y me ayudó a levantarme. Me inspeccionó con la mirada y sonrió cálidamente.

— Vale, lávate la cara, ponte algo cómodo y baja a cenar algo.

— Ev, no me siento...

— Ven, al menos acompáñame, ¿quieres? — me cortó. Era difícil decirle que no cuando hacía pucheros. Sacudí la cabeza y asentí. — Todo va a estar bien.

Rompí a llorar nuevamente. No quería que me dijera que todo iba a estar bien; quería que me dijera que ella si me quería y se preocupaba por mí. En ese momento, odiaba mi vida en toda la extensión de la palabra.

Ella me sostuvo entre sus brazos y murmuraba frases y palabras tranquilizadoras para mí. Ya que vio que definitivamente no funcionaba, me abrazó con un poco más de fuerza y sentí un calor reconfortarte recorrerme de pies a cabeza. Mis sollozos fueron en descenso hasta que solo fueron espasmos de dolor y finalmente me pude calmar.

— Algo de energía tranquilizadora. — explicó después de que la vi con ojos acusadores. — Lo intentaba antes cuando eras pequeña y tenías pesadillas. Siempre funcionaba. Ahora me ha sido un poco más difícil; ya has envejecido.

— Ev, te quiero.

Sus ojos se abrieron considerablemente y una sonrisa se plantó en sus labios. Ella sabía que sí la quería, pero era muy raro que se lo dijera, así que era realmente especial cuando se lo decía.

— Yo también, Dest. Eres cómo mi hermana pequeña. — Revolvió mi cabello y limpió un poco mi estropeado maquillaje con sus pulgares. Besó mi frente y volvió a darme un rápido abrazo. Se levantó grácilmente y se dirigió a la puerta.— Te espero abajo.

Y se fue.

Hice lo que me pidió; me quité el vestido que llevaba puesto -el que usé para mi fatídica cita- y me lavé meticulosamente la cara. Me puse una pijama de franela que había adquirido hacía algunos días y cepillé mi enmarañado cabello.

Cuando me consideré lista, me di un último vistazo en el espejo de mi habitación y forcé una sonrisa para despistar.

Bajé a la cocina, y Ev y Damen cenaban silenciosamente sentado uno frente a otro, con mis padres flanqueándolos igual de silenciosos. Cuando entré, Damen corrió a mi encuentro y me estrechó en sus brazos.

— Me tenías preocupado. — confesó solo para mí.

—No ha sido nada, Dam. — le mentí. Ensanché mi falsa sonrisa y le miré a los ojos para después besar su mejilla.

— Mentirosa. La próxima vez, protege tus pensamientos. — acusó. Había tensado la mandíbula y su mirada era de pura furia.

Mal plan. Estaba segura que esta vez no se iba a contener en lo respectivo a Lucas. Ya no más. Esta había sido la gota que derramó el vaso. Cerré los ojos y me concentré en ese “escudo mental” que tanto tiempo atrás me había enseñado a crear.

— No ha sido nada.

— Bien, pues eso no pareció nada. — gruño. Me pregunté si sería capaz de ir a buscarlo y también que le haría si lo encontrara en un futuro cercano. — Le advertí lo que pasaría si te dañaba. Le dejé pasar demasiadas; no más, Dest. Estés de acuerdo o no, esto no lo voy a dejar así.

— ¿Vendrás a cenar? — interrumpió mi madre que había pasado por alto mi desaliñado aspecto.

— Hablaremos de esto después. — advertí a Damen.

Caminé lentamente a la mesa, arrastrando los pies. Me senté y Ev cerró los ojos y un plato voló a mi lugar, al igual que cubiertos y vaso.

No me preguntó que me apetecía cenar, solo me "sirvió" un poco de pastel de vainilla con betún de cerezas y algo de leche.

Comí todo lentamente, concentrándome tal vez de más en cada bocado para no pensar en nada más. No quería que mis pensamientos volvieran una y otra vez a Lucas. No tenía ánimos ni la energía para seguir llorando, así que me abstuve de ello.

El silencio era denso y abrumador en la mesa. El único sonido que se oía, era el del ventilador de techo y las cosas que mi familia hacía volar con sus "poderes" que en ese momento me parecieron de quinta.

— Un momento. — se excusó Damen. Se levantó un segundo y rápidamente volvió con cuatro cajas de regalo.
Eran dos pequeñas, una mediana y la última de un tamaño exhorbitante. Les puso enfrente las cajas pequeñas a mis padres, depositó la mediana frente a mí y desde luego la gigante frente a Ev. La cara de mi prima se iluminó con una luz tan llena de vida, amor y felicidad cómo nunca antes había visto.

Los primeros en abrir los regalos fueron mis padres. Para mi madre había una bonita pulsera de brillantes y para mi padre un reloj. Ambos le sonrieron y le dirigieron a Damen un afectuoso "Gracias". Después fui yo, y lo abrí cuidando no romper demasiado papel.

Mi caja llevaba un tierno oso de peluche con algunos chocolates y una cajita roja. La saqué con cuidado y elevé mi mirada a Damen.

— ¿Me estás proponiendo matrimonio? — bromeé. Mi prima rió estrepitosamente, Damen me sonrió de forma traviesa, pero mis padres se removieron incómodos en su lugar.

— Lo siento. La buena mercancía como yo, era edición limitada de solo un ejemplar y ya me han acaparado. — respondió riendo.

-- Eso quisieras.

La abrí y dentro había un precioso guardapelo; de esos collares que dentro pueden llevar una foto. Era dorado y tenía dibujado un gran roble con tinta verde. El collar en sí destellaba pero la foto dentro casi logró arrancarme algunas lágrimas. Era una pequeña foto mía cuando tenía 10 años; él y Trevor me había llevado a un parque durante el invierno y la nieve cubría todo. Damen nos había tomado la foto a mí y a Trevor mientras hacíamos ángeles de nieve. Juntos. Uno junto al otro.

Lo abracé y susurré: — Te amo, Dam

— Yo también, Dest. — respondió dulcemente. — ¿Y tú no piensas abrirlo? — cuestionó a mi prima.

— Esperaba la Damen-señal. — su voz resonó como las campanas.

Destrozó el papel desesperadamente, casi parecía que se le iba la vida en ello. Cuando terminó de destrozar la caja, cubrió su boca con sus manos y miró maravillada la caja. La curiosidad me ganó y me acerqué a ellos.

Dentro de la caja, había un gran oso de peluche blanco y esponjoso. Tenía unos cuantos chocolates, pero no era lo que había atrapado nuestra atención. Lo que nos había atrapado era una cajita negra de terciopelo que llevaba dentro un precioso anillo de diamantes, justo a un lado de un letrero que decía: "¿Te casarías conmigo?"

Ev lanzó un chillido tan agudo que quedé un segundo aturdida por su voz. Parecía incrédula de aquella proposición, como si nunca antes la hubiera oído. Lanzó sus brazos alrededor de Damen, dando pequeños saltitos de alegría y lo besó en todo el rostro; no dejó ninguna parte sin besar. Realmente la envidiaba.

— ¡Acepto! ¡Claro que acepto! —gritó estrepitosamente. Su voz retumbó por toda la casa y creí que algunos vidrios se romperían en el acto.

El timbre de la puerta sonó, y dado el hecho de que Ev y Damen estaban en su momento especial, no quise interrumpir. Solo vi por el rabillo de mi ojo a mis padres acercarse a felicitarlos a ambos.

Caminé lentamente, y una y otra vez me preguntaba quién podría ir a visitarnos el 14 de febrero a las diez de la noche. Llegué a la puerta y la abrí.

Deseé no haberlo hecho.

— Lo siento tanto. No fue mi intención faltar, yo no quise…— Lucas se disculpó. Llevaba un gran ramo de rosas y otras cosas más que no me detuve a ver.

Le cerré la puerta en la cara. Me recargué en la puerta y me dejé caer al suelo, jadeando. Sentí las lágrimas comenzar a arder detrás de mis ojos y me quedé ahí.

— ¿Quién era, De- — intentó decir mi prima, con una sonrisa que se fue desvaneciendo poco a poco al verme en el suelo. — Oh, no.

— Ahora si se las verás conmigo. — amenazó Damen.

Me incorporé de un salto y me planté frente a la puerta para bloquearle el paso.

— Dam, por favor.

— Muévete. — ordenó.

— No pierdas tu tiempo. — imploré. Me aferré al marco de la puerta y clavé mis uñas en un orificio para tener un mejor agarre.

— Será mejor que te muevas de ahí, Destiny. — advirtió mi padre.

No me moví. No quería peleas; no más. Estaba harta de todo este embrollo en el que me había metido. No soportaría que Damen le hiciera daño a Lucas por más idiota que fuera ni viceversa.

— Vale, será como tú desees. — dijo alguien por fin.

No pude evitar perder el agarre del marco y fui lanzada al otro lado de la habitación justo hacia un sillón. Perdí el aliento un segundo y quise correr de vuelta, pero Damen era mucho más rápido que yo y no había perdido el tiempo. Abrió la puerta y lanzó el primer golpe.

Lucas cayó de espaldas, aturdido y confundido por el golpe que le había sido proferido. Damen se tiró al suelo junto a él y siguió golpeándolo; Lucas no puso ninguna oposición.

Los gritos de Ev y míos se confundieron a un punto que ya no supe a quien le pertenecían cada uno. Intenté meterme a la pelea para detenerlos, pero mi padre me tomó de los brazos y no me permitió hacerlo. Me mantuvo en mi lugar mientras veía a mis dos chicos preferidos pelear.

Después de lo que me pareció una eternidad, alguien por fin los separó. Damen voló a un lado y Lucas al otro. La sangre emanaba de las heridas de mi novio a borbotones y la vi con horror.

— ¡Damen! — gritó más que furiosa mi prima. — ¡¿Qué demonios crees que haces?!

— ¡Tú qué demonios crees que hago! — respondió el, elevando la voz. Forcejeaba para poder verse libre, pero mi prima era más fuerte mentalmente que el. — ¡Estoy haciendo lo que ninguno de ustedes ha hecho antes! ¡Ni tú ni nadie lo ha hecho jamás!

— Silencio, Alexander. — ordenó mi madre, llamando a Damen por su segundo nombre; el nombre que tanto odiaba.

Ev se quedó en silencio dolida por las palabras de Damen. Miró su mano y el anillo en su dedo que resplandeció con la luz. Lo retiró de ahí y caminó hacía Damen.

— Creo que aún no es momento. — tomó una mano de Damen, la abrió, depositó el anillo ahí, y la cerró delicadamente. El la miró incrédulo, dolido.

— Y tú… — habló mi padre, esta vez refiriéndose a Lucas. — No creo que seas bienvenido en esta casa por un tiempo.

— Si me dejaran explicarles. — protestó él, con la voz estrangulada.

— No hay nada que explicar. — le corté. Di media vuelta y caminé dentro, donde mi prima había ido.

Dejé la escena afuera y la busqué. No fue difícil encontrarla, pues se hallaba sentada en el mismo sillón al que yo había sido lanzada. Me acerqué en silencio y me detuve al verla bien.

Sus hombros se elevaban a intervalos irregulares y oí pequeños sollozos provenientes de ella.

— No soy mala. Siempre he querido lo mejor para ti, protegerte, cuidarte y procurar tu bien. Me duele que Damen no lo crea así. ¿Qué clase de persona me cree? El es la persona que más me conoce en todo el mundo, y sabe que yo jamás pondría a Lucas antes que a ti. — lloró. Me senté junto a ella y la abracé. — Yo jamás haría algo así.

Y esa era una de las pocas veces que había visto a la gran Ever Boudelair desmoronarse. Ella lloró un poco más y después de secó las lágrimas como si solo fueran un triste recuerdo de una mala experiencia de un pasado lejano.

— Ev, no quise decir eso. — se disculpó Damen desde la puerta.

Ella se levantó y elevó su mano. La agitó en el aire y se fue.

Damen maldijo por lo bajo, golpeó una pared y cubrió su rostro con sus manos. Mis padres entraron detrás de él, y finalmente Lucas. Aún herido era hermoso. Mi madre intentó dirigirlo a la sala para así poder curarlo, pero no la dejaba. Permaneció a unos metros frente a mí.

— Por favor.

— No quiero oír nada. — le respondí, preguntándome si aquello era cierto.

El timbre sonó, pero todos lo ignoraron. Lucas siendo curado por mi madre y mi padre tratando de calmar a Damen. Fui y abrí la puerta.

Una chica de cabello tan negro como la noche y ojos de un verde azulado que me recordaron a alguien –no supe quién-, se paraba frente a mí. Tenía la piel casi tan clara como yo, solo que ella tenía algo de rubor en las mejillas. Era delgada, e iba vestida con un largo saco negro que le llegaba a las rodillas.

— ¿Se encuentra Ever Boudelair? — preguntó la chica. Su mirada era retadora, llena de una inquietante seguridad. Me inspeccionó de pies a cabeza y sonrió torcidamente.

— Es mi prima.

— Oh. Bien. — se limitó a decir.

— ¿Avril? — preguntó Lucas detrás de mí. Al parecer oírla o verla fue suficiente para curar su malestar. — ¿Eres tú?

— ¡Lucas! — lloró ella. Se abalanzó sobre él y comenzó a llorar de pura felicidad. — ¡Maldita sea! ¡Te extrañé tanto!

— Yo también. — respondió, estrechándola en sus brazos.

Algo en su cercanía, confianza, y sus miradas movió algo dentro de mí. Parecía un reencuentro amoroso.

Y los celos volvieron.









Hola de nuevo! El nombre no es nada genial, solo que no se me ocurria nada && ese es el nombre de la cancion que oia en ese momento :$ Creo que me adelante un poquito en los caps, pero me moria por presentar a esta chica Avril :D

13.2 Respirar


Necesitaba respirar.

El aire parecía no llegar correctamente a mis pulmones y era como si algo estuviera presionando mi pecho para obstruir el paso del aire a mi cuerpo. Empecé a sentir una sensación de calor que empezó en la base de mi cuello y después de trasladó a mi cabeza y demás cuerpo. Mis manos comenzaron a temblar y creí que iba a sofocarme en el salón de clases.

Me levanté rápidamente de mi asiento, anhelando el preciado aire que tanto me faltaba y salí del salón de clases corriendo. Oí las protestas del profesor de matemáticas al llamarme para que regresara, pero mis pies no se detuvieron hasta que estuve fuera, en los jardines de la escuela.

Me dejé caer debajo uno de los grandes árboles del jardín y tomé grandes bocanadas de aire. Aún así, el aire pareció no llegar. Cerré los ojos con fuerza y me concentré en el ruido que lograba oír; aves cantando, voces a lo lejos, autos en la carretera…

— ¡Dest! — gritó alguien.

No pude girar la cabeza, o más bien no quise. La cabeza comenzaba a dolerme y mis pulmones todavía no estaban bien.

— ¡Oh, Dest! El profesor me envió a que viera por qué te habías ido así. — comentó Emily. Se arrodilló junto a mí y mi miró fijamente.

No podía sacarme de la cabeza la sensación de inseguridad cerca de ella, pero no tenía opción más que ignorarlo. Me sentía mal y estaba claro que no se iría hasta que tuviera algo bueno para contarle al profesor.

Me recargué en el árbol y estiré las piernas, que había tenido dobladas. Tomé una bocanada de aire, conté hasta diez rápidamente y la solté. Hice eso varias veces; probablemente unas veinte veces. Y Emily no se iba.

— Bien, puedes volver y decir que he tenido un ataque de ansiedad. — respondí después de un largo e incómoda silencio.

— No creo que le agrade oír eso. — murmuró. Se quedó en silencio un rato y después añadió. — ¿Sabes? Creo que empezamos con el pie izquierdo.

— No me interesa con qué pie empezamos, quiero estar sola. — espeté demasiado bruscamente para mi gusto.

— No lo creo.

Colocó una de sus manos sobre mis hombros, y lo que sentí, me aterrorizó.
El aire escapó bruscamente de mis pulmones y no pude volver a tomarlo. Me estaba ahogando. Esa sensación era imposible de evitar y además, mi cuerpo se estaba entumeciendo. Fui perdiendo el movimiento primero en las puntas de mis dedos, después de extendió a mis manos y brazos hasta que no quedo nada que pudiera mover.

Traté de tomar aire, gritar, lo que fuera, pero solo podía emitir pequeños gemidos ahogados que solo me quitaban el oxígeno que me quedaba. Por un momento fue como si la sangre se espesara en mis venas y no corriera más. Cerré los ojos para concentrarme en cualquier cosa excepto eso, pero me era imposible. Solo podía pensar en cuanto necesitaba respirar.

— Dest, ¿por qué te has ido así? — preguntó Lucas detrás de Emily.

Ella retiró su mano de mi brazo y la sensación se esfumó. La cabeza me zumbaba y mis latidos retumbaban en mis oídos tan fuerte que creí que mis tímpanos se reventarían.

Lucas se arrodilló frente a mí, y después de ver que algo no andaba bien, me tomó en brazos y echó a correr, tal vez a la enfermería.

Y yo sabía que Emily me había hecho eso.




— Bien, señorita Boudelair, me temo que no he encontrado nada malo. — informó la doctora a cargo. La mujer debía de tener unos treinta años y llevaba el cabello recogido en un pulcro moño. — Aún así, debería volver a casa, tomar algo para dormir y descansar el resto del día.

Gemí. No quería estar en casa. No desde que mis padres estaban ahí también. No quería encontrarme con ellos ni tener que hablarles porque simplemente los odiaba.

Lucas debió de notar mi incomodidad con eso, porque colocó una mano sobre mi hombro suavemente y le sonrió a la doctora.

— Creo que yo podré hacerme cargo de ella por unas horas.

— ¿Qué planea, señor Russo? — cuestionó la mujer, dudosa.

— En su casa no hay nadie, sus padres han salido de la ciudad y su prima se encuentra en Raleigh. — mintió él. — Creo que podría llevarla a casa. Mi madre le prepararía algo de comer y la arroparía hasta que pudiera llevarla a casa.

La doctora no se veía del todo convencida, pero ni yo podía estar todo el día en la enfermería, ni había nadie más que me cuidara, o eso le había hecho creer Lucas. Finalmente, ella suspiró audiblemente y asintió.

— Bien. Solo cuídela debidamente, señor Russo. Usted es responsable por lo que pueda pasarle.

— No se preocupe. — me miró afectivamente y añadió: — La cuidaré mejor que a mi vida.




Esa era la segunda vez que había estado en el departamento de Lucas. Igual que la última vez, todo estaba limpio y bien cuidado, moderno y elegante; tal vez demasiado para alguien de su edad. O tal vez no.

Constantemente olvidaba que era mucho mayor que cualquiera de los abuelos e incluso bisabuelos de mis compañeros de clase, ya que su comportamiento era el de alguien realmente joven.

Entramos y me obligó a sentarme en uno de los sillones negros que había en la sala. Protesté, pero no hizo efecto alguno. Me inspeccionó con la mirada un instante y después se sentó junto a mí.

— ¿Fiebre? — preguntó.

— No.

Colocó su mano sobre mi frente y después en mis mejillas.

— ¿Mareos?

— Tampoco.

Paseó sus manos delante de mí, esperando alguna reacción.

— ¿Vómito?

— Nada.

Se lo pensó un momento.

— ¿Embarazada? — sonrió.

— No tienes tanta suerte. —bromee, mientras le devolvía la sonrisa.

Ambos comenzamos a reír y pasó un brazo por mis hombros para tenerme más cerca. Recargué mi cabeza en su pecho y me recosté en él. Mis ojos se cerraban poco a poco y mi deseo de no dormir se desvanecía poco a poco.

— Acaba de recordar algo. — avisé. El lanzó un suave quejido amortiguado por mi cabello y mi sonrisa se ensanchó. — Nunca me has contado sobre tu familia y a la doctora le dijiste algo sobre tu madre.

Se tensó al instante. Sentí sus músculos contraerse repentinamente y un extraño sonido se escapó de su garganta. Me estremecí. Sentía curiosidad por conocer a los Russo, pero estaba claro que no me daría ninguna información sobre ellos.

No dijo nada. Se quedó sentado mientras me abrazaba y sentí su aliento en mi cabello.

— ¿Sabes qué día es mañana? — cambió drásticamente de tema. Señal de que mi último intento de conversación realmente no había sido el mejor.

Agité la cabeza en señal de “no”.

— Catorce de febrero. Día de San Valentín. — repuso.

— Oh. — fue todo lo que logré decir. Un nudo se formó en mi estómago y no fui capaz de decir otra cosa.

— Y tengo planes. Para ambos. Este será el mejor catorce de febrero de todos.






Llegué al restaurante al que habíamos acordado ir y le di mi nombre al recepcionista para que me llevara a la mesa que Lucas había reservado.

El hombre -que iba vestido con un elegante traje- me miró con extrañeza, pero aún así llamó a un mesero para que me llevara a mi mesa. El mesero, que debía ser apenas un par de años mayor que yo, me miró de pies a cabeza con detenimiento, despues negó con la cabeza y creí oírle murmurar algo cómo: "Vamos, Adam, no tiene caso".

La mesa tenía vista hacía afuera y podía ver por el vidrio la lluvia caer en las afueras de Wake Forest.

El meseró movió mi silla para que me sentara y ya que lo hice, me acercó a la mesa nuevamente. Se marchó un momento y volvió con una jarra de agua y una copa. Sirvió el agua y me acercó la copa junto a un menú.

— ¿Gusta ordenar algo, madame? — preguntó el joven mesero.

Vacilé un momento y después negué con la cabeza.

— Prefiero esperar a que llegue mi cita. — decidí.

Me miró como si pensara que no tenía caso, pero forzó una sonrisa y dijo:

— Cómo guste. Si necesita algo, no dude en llamarme.

Asentí y se marchó. Ahora si podía darle un buen vistazo al restaurante.

Tenía unos techos altos, de los que colgaban unos hermosos candelabros que parecían hechos de cristal y oro. Las pareces eran de un suave color crema, y la luz de las velas en las mesas y los candelabros, hacían parecer que todo ahí estaba hecho de oro.

La gente en ese lugar charlaba animosamente, y el restaurante estaba lleno de murmullos sobre todos los temas de conversación posibles. Las parejas se sonreían cálidamente unos a otros, compartiendo toda la felicidad que se les daba.

Solo faltaba algo, y ese algo era mi cita.

Lucas no llegaba.

Mi mesero, que al parecer se llamaba Adam, rondaba mi mesa sin cesar, preguntando una y otra vez si deseaba ordenar algo, pero mi respuesta siempre era la misma: “Cuando llegue mi cita”, y siempre obtenía el mismo gesto de desgane.

Esperé 30 minutos, y seguía sola, y mi celular tampoco sonaba con el timbre de llamada. Vamos, Dest, algo deber habérsele atravesado. Me dije a mi misma. Sabes que esta vez no te fallaría. No hoy.

El tiempo pasaba y yo seguía ahí sola, esperando por alguien que no llegaba. Mi intención era no comer nada hasta que llegara Lucas, pero mi estómago rugió audiblemente y no tuve más opción que satisfacer sus necesidades, ordenando un poco de spaghetti.

Lo comí lentamente, diciéndome que pronto llegaría. La decepción se abría paso en mi pecho rápidamente y no podía hilar ningún pensamiento que no fuera sobre que quería que llegara y que estaba segura que lo haría.

El tiempo pasó y nada.

— Yo sé que vendrá. — murmuré una última vez.

Adam, el mesero, se detuvo a un lado mío y me miró condescendientemente.

— ¿Te doy mi opinión? — preguntó tímidamente. Asentí y suspiró. — Yo creo que ese chico no se va a presentar. Lo siento.

Ahogué un sollozo y me levanté de la mesa. Tomé mi chaqueta y me la puse. Saqué unos cuantos billetes y los dejé sobre la mesa.

— Quédate con lo demás. — le dije a Adam, que me miraba sorprendido por la cantidad que había depositado en la mesa.

Salí del restaurante y el gélido viento me golpeó la cara. Le pedí a uno de los chicos que cuidaba los autos de las demás personas que llamara un taxi y así lo hizo. Agitó su mano en el aire y lanzó un fuerte silbido a un taxista que rondaba el restaurante.

El sonido que indicaba que había recibido un mensaje en mi celular se oyó y lo saqué con desgane. Sin mirar de quién se trataba, abrí el celular y leí el mensaje.

Perdón.
L

Lucas. Lo leí una y otra vez, pero solo logré aumentar más el maremoto de emociones en mi pecho. Lancé el celular al suelo y vi las piezas esparcirse por el suelo.

Feliz día de San Valentín para mí.


...



Hola! Antes que nada, solo quiero comentar que el blog cumplio 1 año el 31 de enero y soy una mala escritora por olvidar eso D:

Felicidades Blog! x3

Muero de ganas de publicar el cap. 15 (: Asi qe sabran de mi muy pronto (ahora si es enserio:$)

Cuidensee;;

12.2 Lexa

La campana sonó exactamente a las dos de la tarde y agradecí en mi fuero interno que no se hubiera retrasado ni un minuto. Me moría de ganas de salir de la escuela pues estaba harta de que Bel me ignorara y no permitiera que Dean me dirigiera la palabra y de que Lucas se la pasara todo el día con la tal Emily.

Ambos seguían molestos conmigo y lo peor del caso, es que era por cosas tan ridículas que me era difícil creerlo. Esas peleas habían sido como mis cambios de humor últimamente; espontáneos y fugaces.

Iba de salida del edificio, cuando de pronto algo, mejor dicho alguien, llamó mi atención.

Lucas me tomó del brazo y me jaló hacia él. Choqué contra su pecho, y algo muy diferente al impacto, me dejó sin aliento un instante. Fue uno de esos momentos en los que él me hacía sentir pequeña y como si necesitara que me protegiera.

— Suéltame. — gruñí. Pero no aligeró su agarre. — Si Damen llega y ve que me estás lastimando…

— El no vendrá. — interrumpió. — Lo llamé y ofrecí llevarte yo.

— ¿Por qué harías eso?

— Quiero estar contigo.

Quería que tomara mi rostro entre sus cálidas manos y me besara. Quería que me abrazara y sentir la promesa de que todo estaría bien. Pero tan realista como era, sabía que eso no iba a pasar.

— Los dejo, veo que necesitan hablar. — susurró Emily detrás de nosotros.

No me había dado cuenta de que ella estaba ahí, ni siquiera noté cuando los demás estudiantes comenzaron a pasar a nuestros lados. Ella llevaba el cabello recogido en un suave moño que la hacía ver como un ángel y su “tímida” sonrisa hacía resaltar notablemente sus ojos azules.

Lucas soltó mi brazo y la encaró. De nuevo esa sensación de que yo no existía para él. — ¿No nos hemos presentado, cierto? — preguntó ella dirigiéndose a mí.

— No lo creo. — respondí tajantemente.

Ella torció ligeramente su boca, como si estuviera reprimiendo una maldita sonrisa burlona y me estremecí. Un mes atrás, no me hubiera sentido tan amenazada, pero ahora que volvía a ser humana, me sentía más indefensa que nunca.

— Está bien, soy Emily. — se presentó con una radiante sonrisa. — Encantada de conocerte. Juro que me moría de ganas de conocer a la novia de Lucas, solo habla de ti y de lo maravillosa que eres.

— Sí, claro. — escupí, entornando los ojos e intentando irme. — Soy Destiny.

— Lindo nombre, Dest.

— Destiny para ti. — espeté bruscamente, y ella pareció momentáneamente sorprendida.

Recordé todas esas lecciones de modales que Ev me había impartido cuando era pequeña, y casi me echo a reír por imaginarme su expresión si me hubiera oído en esos momentos.

Sabía que estaba siendo realmente grosera, pero la chica no me inspiraba confianza alguna y de todas formas, no planeaba volverme su amiga, o mejor amiga o nada que envolviera tener contacto cercano en los próximos quinientos años o más, por lo que realmente no importaba.

— ¿Nos disculpas? — intervino mi “novio”.

Sentí la mano de Lucas ejercer presión en mi brazo y comenzó a arrastrarme lejos de ahí. No caminé, pues fui meramente arrastrada hasta un punto donde ella no pudiera oírnos discutir, porque de seguro eso haría, volver a discutir.

— ¿Siempre eres así de maleducada?

— ¿No te gusta? Lo siento, puedes volver con ella. Seguramente ella tiene más modales que yo. — y los ojos me escocieron cuando dije eso.

Me miró un segundo. Realmente me miró después de todos esos días y después de un largo suspiró, y una hermosa sonrisa comenzó a curvarse en sus labios. Me pregunté porque reiría, y nada vino a mi mente.

Comenzó a acercarse lentamente a mí, casi con cuidado, hasta que eliminó el espacio entre nosotros y me besó. Colocó sus manos en mis caderas y pegó su cuerpo con el mío. No podía hilar ningún pensamiento coherente y mientras le devolvía el beso, solo podía imaginarme el resto de mi vida así, junto a él. Todos los días esa sensación en el estómago cuando lo viera o me besara. Sentir el cosquilleo en mi cuerpo cuando tomara mi mano y la tranquilidad y seguridad cuando me abrazara por las noches.

Jake. Recuerda lo que te dijo Jake.

Lo empujé hacia atrás con fuerza y mientras se tambaleaba vi que sonreía. ¡Sonreía! ¡Realmente sonreía! Fruncí el ceño y entrecerré los ojos fulminándolo con la mirada.

— ¡No me beses! ¡No tienes derecho a besarme! — grité, y di un paso hacia atrás.

El comenzó a reír y avanzó el paso que yo había retrocedido.

— ¿Por qué no? — preguntó sonriendo coquetamente.

— Porque... ¡Porque no puedes ignorarme todo el día, pelear conmigo por no querer besarte anoche y ahora fingir que todo está bien!

No sabía que me molestaba más, el que se estuviera burlando de mí o que intentara hacer como que todo iba bien. Fruncí el ceño y me quité un mechón del rostro que me estorbaba.

Estaba jugando conmigo. Cada paso que yo retrocedía el lo avanzaba. Llegué a un punto en el que no pude avanzar más porque choqué contra una maldita pared y maldije en voz alta, que lo único que logró fue sacarle otra sonrisa de niño travieso.

Colocó sus manos a mis costados para impedirme escapar y pegó su cuerpo al mío. Inclinó su cabeza y me estremecí al sentir su aliento en mi cuello cuando suspiró después de olisquear mi cabello. Llevó sus labios a mi frente y depositó un suave beso en ella.

— Te quiero, y siento mucho haber sido un cretino ayer. — se disculpó y envolvió sus brazos alrededor de mí.

Lucas era alto. Una cabeza más que yo, así que cuando me abrazaba, mi cabeza apenas lograba alcanzar la base de su cuello. Cada vez que lo abrazaba, me sentía como cuando era pequeña y abrazaba a uno de esos muñecos de peluche gigantes, solo que mejor y aunado a una sensación de tranquilidad y seguridad. Hundí mi cabeza en su cuello e inspiré su aroma.

— Perdón por haber dudado de ti. — admití. Besó mi cabello y suspiró. — Ya debería saber que no debo creer información de segunda mano.

— Yo debí haberte explicado.

— Y yo debí haber confiado en ti. — respondí dulcemente. — Te quiero, Lucas.

Emitió un ronroneo desde la garganta y sonreí.

— Hoy iré a tu casa. Dormiré en el sillón de tu habitación y vigilaré tu sueño. Tengo permiso especial. — alardeó. — Recuerda que soy tu guardián. Tu guardaespaldas personal.

Recordé ese día, en el que se comprometió a cuidar de mí frente a toda mi familia. Megan no había vuelto a aparecerse por estos alrededores, pero aún así ninguno podíamos bajar la guardia del todo; no con una enferma psicótica como ella y menos ahora que yo sería una presa fácil para ella.

— Está bien. — dije, y besé su mejilla. — Ahora, ¿podrías llevarme a casa?

— Tus deseos son órdenes, mi princesa.

Sabía que era una broma, pero aún así, sentí unas terribles nauseas al oír que me llamaban “princesa”.




— ¿Crees poder seguir tú sola? — preguntó Ev impacientemente. Golpeaba el suelo con la punta de su zapato, ansiosa por seguir con sus compras.

Me había arrastrado hasta un centro comercial en Charlotte solamente porque “ya no tenía nada que ponerse” y porque “mi ropa había pasado de moda seis meses antes de comprarla. En lo personal, a mí sí me gustaba la ropa que tenía, y con tal de no ir de compras con ella, todo lo que usaba me parecía bien.

Pero a ella no.

Y como en mi casa creían en todo eso de las jerarquías de acuerdo a la edad, debía obedecerla. Aunque fuera a regañadientes.

Me encogí de hombres y asentí perezosamente con la cabeza. Frunció el ceño y me extendió una tarjeta brillante de color plateado. La tomé, pero antes fui yo quien frunció el ceño y la examiné con los ojos entrecerrados.

— Toma esta por si necesitas o te gusta algo. — dijo, atropellando las palabras. — Bien, nos vemos en la entrada en una hora, ¿está bien?

—No creo tener opción.

Lo meditó un instante. — No, realmente no. — Y con un ligero movimiento de mano y una deslumbrante sonrisa, se despidió.

Vagué por los pasillos del centro comercial. Era grande y por ser mitad de semana, no había tanta gente como me esperaba. Habíamos estado caminando tres horas, y yo ya estaba agotada y con mucha hambre.

Me decidí ir al área de comida y pedir algo como pizza o algún emparedado de Subway, pero nada parecía llamarme demasiado la atención. Los olores de la comida se arremolinaban en el aire y los letreros de los “restaurantes” saltaban notablemente a la vista.
Finalmente, me decidí por algo de comida china que estaba al fondo del área de alimentos y mientras caminaba con unas cuantas bolsas en las manos, choqué con una chica. El impacto no fue tan fuerte, pero por alguna razón caí al suelo.

— ¡Oh! ¡Lo siento! — chilló la chica. — No me fijé. Debo tener más cuidado.

Levanté la mirada, sintiéndome un poco aturdida y la miré. Tenía el cabello de un color café realmente oscuro que rayaba con el negro, lacio y largo. Su piel era clara, me recordó al interior de las nueces. Sus ojos eran negros, tan negros que no pude distinguir cual era la pupila y cual el iris. Y sentía que la conocía de alguna parte.

Iba acompañada de un chico como los que solo ves en los cárteles de marcas mundialmente reconocidas. Tenía el cabello de un negro azabache y unos preciosos ojos azules que resaltaban. Su piel me recordaba a la cal; tan blanca como solo los muertos podían estar, solo que tenía las mejillas ligeramente sonrojadas.

Ella me inspeccionó con la mirada y habló.

— ¿No te conozco de alguna parte? — preguntó. No respondí, pues me parecía un poco extraña, así que me limité a sonreír. — ¡Ya lo recuerdo! — anunció. — Fue en aquella fiesta en Raleigh, ¿recuerdas? Cuando ese chico te acosaba en el baño. Soy Holly.

Claro. Yo sabía que la conocía de alguna parte. Ella fue la chica que había espantado a Taylor en la fiesta en que intentó matarme por primera vez. Solo que esa vez era pelirroja y de ojos azules. Y lucía menor. Ahora lucía como de unos dieciocho o diecinueve años. Debía de haberse pintado el cabello y usado lentillas.

— Oh, Claro, ya te recuerdo. — respondí. — Solo que te mirabas diferente.

— Si, unas lentillas y tinte para el cabello pueden hacer muchas cosas. — sonreía tan abiertamente que parecía modelo. El chico junto a ella me miraba fijamente, como si quisiera hablar más no se atreviera. — Y el es mi novio…

— Peter Parker. — respondió después de vacilar un momento.

— ¿No es ese el nombre del “Hombre Araña”? — pregunté.

Ella le dio un codazo en las costillas y le dirigió una mirada que decía “idiota”. Ambos tragaron saliva y disimularon su malestar con una sonrisa.

— Si, mis padres son grandes fanáticos. — se justificó. Y tuve esa conocida sensación de que era mentira.

— Destiny Boudelair, mucho gusto. — anuncié a ambos.

Holly no pareció sorprendida, pues ya me conocía, pero Peter pareció tensarse y pedirle una explicación con la mirada. Ella hizo un ligero movimiento de mano y lo pasó por alto.

— Estaremos unos días en la ciudad, sé que sonará un poco extraño, pero, ¿te gustaría ir a cenar con nosotros? — ofreció Holly.

Su invitación me pareció de lo más extraña. No me conocía y aún así quería invitarme a cenar. Tal vez debiera invitar a Lucas por si acaso. Consideré inventar algo para no ir, pero no tenía nada mejor que hacer de todas formas.

— Claro. — accedí.

Ella sonrió abiertamente y dio un par de pequeños saltitos.

— Está bien. Escoge en donde te gustaría. Y claro, puedes llevar a tu novio.

Estaba a punto de preguntar como sabía que tenía novio, pero mejor me quedé callada. Le di el nombre de un restaurante al que fui una vez y mi número de celular para que me llamara en caso de cualquier cosa.

— Debo irme, ¿nos vemos el viernes entonces? — pregunté para confirmar la fecha.

—Por supuesto. — ahora fue Peter el que respondió. — Nos vemos.

Sonreí amablemente y con un movimiento de mano, comencé a caminar lejos, preguntándome si confiar en extraños no me traería algún problema.





Holly’s POV
Ambos seguimos sonriendo mientras la veíamos alejarse con un andar lento y cansado. Vi por el rabillo de mi ojo como la sonrisa de mi novio se desdibujaba poco a poco hasta que se convirtió en una mueca de desaprobación.

— Lexa, — farfulló entre dientes, llamándome por mi sobrenombre. — ¿Quieres decirme por qué de todas las chicas, tenías que invitarla a ella a cenar con nosotros?

Caminé rápidamente y me introduje en la primera tienda de ropa que vi. Miré las hermosas prendas que llevaban las maniquíes para hacer como que no había oído lo que me había dicho. Di unos cuantos pasos examinando todo con cuidado y tuve que reprimir una risilla cuando lo oí bufar. Me era tan aburrido y cansado estar en un lugar tan lleno de gente como ese centro comercial, pero debía lograr que Drei lo olvidara.

— ¿Peter Parker? — pregunté tratando de aligerar el ambiente y de paso, hacer que definitivamente olvidara que había invitado a la heredera de los Boudelair a cenar con nosotros.

Drei frunció el ceño y sus ojos azules se suavizaron un poco cuando me miró a los ojos, después me regaló una cálida sonrisa que hizo que mis rodillas temblaran. Más de quinientos años habían pasado desde que estábamos juntos y aún lograba tener ese efecto en mí.

— ¿Holly? — preguntó burlonamente. — Vaya, Lexa, creí que tenías un poco más de imaginación.

— ¡Cierra la boca, Hombre Araña! — repliqué entre risas. — Al menos no dije el nombre de alguna superheroína.

Avancé dando algunos saltitos, dispuesta a marcharme de ese lugar de una vez por todas, pero me detuve cuando Drei no me siguió. Se había detenido a unos cuantos pasos de mí, con los ojos cerrados y los brazos cruzados. Suspiré. Realmente no lo había olvidado.

Retrocedí hasta estar a una distancia segura de él. Nunca sabía cuando explotaría y me llevaría con él, peor debía tener cuidado para que cuando sucediera, poder calmarlo de nuevo.

— Lexa, sabes lo arriesgado que es eso, ¿verdad?

— Claro que lo sé, Drei. — murmuré. Abrió los ojos lentamente y me miró detenidamente, asegurándose de que no estaba mintiendo, o peor, volviéndome loca.

— Me preocupa que los del Consejo llevan mucho tiempo buscándonos, y tu quieres invitar a cenar a precisamente la hija de los que están dirigiéndolo. — presionó el puente de su nariz y se pasó una mano por el cabello. — Creo que sería incluso más seguro invitar a Caroline Trevena, ¿no crees?

Lo medité un instante, tratando de recordar quién demonios era esa tal Caroline Trevena, porque estaba completamente segura de haberla conocido en algún momento de mi pasado. Muchos rostros de chicas bailaron delante de mis ojos un buen rato, pero nada. Lo pensé durante lo que debió ser un buen rato y cuando la recordé le propiné un golpe en el hombro.

— ¡Hey! — grité riendo, causando que algunas personas se detuvieran a mirarme con expresiones de que estaba loca. — Decirme que quieres invitar a cenar a tu ex-novia no me parece gracioso. Además esa vieja maldita vampira esquizofrénica no dudaría en entregarte a sus padres para que te arranquen la cabeza. Se volvió muy odiosa cuando sus padres comenzaron a representar a los vampiros en el Consejo.

— Lexa, es broma. — me tranquilizó, deslizando sus dedos desde mi hombro hasta mi cintura. Me estremecí y el besó mi cuello. — Me preocupa que llevo más de quinientos años cuidando de ti y que de un momento para otro todo se eche a perder.

— Si hubieras tenido un poco de sentido común, tendríamos nuestras malditas vidas y no tendríamos que escondernos del maldito Consejo por tu maldita pelea con el maldito hijo de la maldita familia de malditos vampiros. — gruñí.

Odiaba que me reclamara ese tipo de cosas. El que siempre era yo la que tenía la culpa de ser casi descubiertos cuando yo había sido la que lo había salvado de morir. Sentí la culpa fluctuar de él hacía mí de una forma que me abrumó. Casi como si fuera yo la que lo sintiera.

— Lo siento. — se disculpó. Y el enojo y la culpa se disiparon tan rápido como se formaron. — Pero, Lexa, ¿por qué estás tan interesada en ella? ¿Por qué en Destiny Boudelair?

Lo miré un segundo a los ojos, debatiéndome entre sí decirle o no. Al final suspiré y coloqué una mano sobre su mejilla.

— Porque ella no es otra inmortal como los Boudelair. — tomé aire y lo solté. — Ella es como yo.



Enserio que ya no tengo cara para disculparme. Siento no haberme reportado por
tanto tiempo, chicas. Pero estoy teniendo un momento algo difícil :( Gracias a
todas por el apoyo♥ Bueno, quería platicarles algo.

Sé que Clady(: Ya lo publicó en su blog, pero de todas formas me parece muy lindo. No sé si ustedes ya han visto el nuevo comercial de Coca-Cola, “Razones para Creer”; de verdad es uno de los mejores comerciales que he visto en mi vida. Te hace pensar en que en el mundo, siempre hay más cosas buenas que malas y que por cada cosa mala que pasa, hay muchas más cosas buenas que le superan y siento como que me da un poquito de esperanza en que todo puede mejorar.
Les dejo el link, y espero que las que no lo hayan visto, lo puedan ver. $:
Ya tengo algunos capítulos adelantados, así que supongo publicaré antes.
Bϊancaa(:

“Porque AMOR, tiene más resultados que MIEDO D;”. (Amo eso por alguna extraña razón) :D