Soulmates

Sola. Esa fue la unica palabra que logró penetrar mi caparazón.



martes, 12 de abril de 2011

18.2 No puedo

Lucas POV

Antes de poder evitarlo o reaccionar, ya me encontraba en el suelo, con todos mis libros y cuadernos regados sobre mí y la silla a mí lado. Ni siquiera supe en qué momento me había quedado dormido.


La sensación de estar cayendo fue lo que provocó que me despertara, pero no fue lo suficientemente rápido como para evitar la caída. Un fuerte estruendo silenció el salón, lleno de charlas que nada tenían que ver con la clase y que el profesor desde luego ignoraba. Todos me miraron mordiendo sus labios, debatiéndose entre si debían reírse o no. Dios, yo si me hubiera reído, así que les sonreí perezosamente para que lo hicieran.

—Veo que mi clase no es lo suficientemente interesante como para mantenerlo despierto, señor Russo. — ladró el profesor de historia. Las risitas se acallaron un poco, pero no lo suficiente para calmar al profesor. —Póngase de pie inmediatamente.

Me puse de pie, lentamente, con cuidado de no volver a caer. Sentí todo mi cuerpo pesado y aletargado, y se lo atribuí a la siesta que acababa de tomar, pero cuando una fuerte onda de mareo me hizo tambalear y casi caer, decidí que algo no andaba bien.

— ¿Sucede algo, Lucas? — preguntó delicadamente Emily, que yacía sentada junto a mí. Colocó su suave mano sobre mi frente y sentí mi cuerpo relajarse al instante. No podía hacer que las palabras brotaran de mis labios así que no pude responderle. — Creo que debería ir a la enfermería, profesor. — dijo ya que terminó de medir mi temperatura.

El profesor me miró receloso, debatiéndose entre sí creerle a Emily o no, pero realmente no tenía ninguna razón para no hacerlo. Le dedicó una mirada dudosa y con un movimiento de mano, nos indicó que nos marcháramos.

Salimos del salón dando traspiés por mi torpeza y más de una vez tuve que sostenerme de ella para no tambalearme y caer. Deslizó un brazo por mi cintura para estabilizarme un poco y sonreí. Se sentía tan bien estar con ella.

Avanzamos en silencio.


Giramos a la derecha en uno de los pasillos y nos detuvimos frente a la puerta de la enfermería. Emily abrió la puerta para mí y nos introdujimos.

Una mujer con vestimenta completamente blanca se hallaba sentada frente a un escritorio. Seguramente se trataba de la enfermera que ocasionalmente atendía a los “enfermos” cuando la doctora estaba en su descanso o demasiado ocupada.

— ¿En qué los puedo ayudar? — preguntó la enfermera, lanzándome una ojeada de pies a cabeza. No debía de ser mucho mayor de lo que yo aparentaba ser.


— La cabeza me está matando, me siento mareado y muy débil. — respondí.

Presionó sus labios en una tensa línea y señaló un par de sillas: —Esperen ahí un momento.

Nos sentamos y recargué mi cabeza contra la pared. — ¿Y Dest? — pregunté recordándola de improviso.

— Se marchó. — respondió Emily calmadamente. — De hecho ni siquiera entró a la clase.

Cerré los ojos y traté de asimilar la información. No podía procesarla.

— ¿Por qué Dest faltaría a clases?

Emily pareció tensarse y emitir un gruñido desde su garganta. Sus puños de cerraron con más fuerza y sus nudillos de volvieron blancos como la cal. Giró la cabeza violentamente hacía mí y me miró a los ojos.

— ¿Quién es Dest? — preguntó entre dientes.


Había algo hipnotizante ahí, que me impedía apartar la mirada de esos hermosos ojos del color del mar. Me obligaba a verla; me invitaba a adorarla e idolatrarla. Todo lo demás que pasó por mi mente fueron vagos intentos de pensamientos que perdieron consistencia de un segundo a otro.

— No lo sé… — me oí decir.

Emily sonrió abiertamente y señaló a la secretaría con la cabeza. Sacudí la cabeza creyendo que eso borraría el dolor palpitante de mi cabeza, pero solo lo empeoró.

— Pueden pasar, chicos. — dijo la mujer.

Me quedé un momento de pie ahí, preguntándome porque había respondido que no sabía quién era Dest, mi novia.






—Bien, Lucas, creo que deberías ir a casa y descansar un poco. Tal vez solo fuera consecuencia de no dormir y alimentarte incorrectamente. — concluyó la doctora Roberts, que en ese momento estaba a cargo.

Me mantuve recostado un momento más, esperando a que el mareo se pasara. La sensación que me atravesaba me recordó a la vez que, vergonzosamente, me emborraché en la fiesta de navidad; aletargado y todo era brumoso.

—Gracias. — le dije a la doctora que me sonrió.

Emily estaba de pie en una esquina del consultorio, fingiendo que prestaba atención a los carteles que invitaban a los jóvenes a no tomar, drogar o fumar y a usar preservativos, pero realmente sabía que no dejaba de mirarme a mí. Una sensación de calor me recorrió todo el cuerpo y sonreí levemente por lo placentero de la misma.


— ¡Eh! ¡Jason! ¿Otra vez aquí? — gritó la doctora, después de que asomó la cabeza por la puerta del consultorio.

— ¡Le he dicho que dejé de intentar pavonearse frente a las chicas! — respondió otro chico.

— ¡Cierra la boca, Matt! — se quejó otro chico, probablemente Jason. Su voz se oía como cuando tapas tu nariz e intentas hablar; nasal.


La doctora se disculpó con la mirada y salió del pequeño consultorio.


Miré a Emily fijamente. Se acercó lentamente a mí. Podía oler el perfume de su piel a rosas y su aliento me rozaba la piel cálidamente. Por un segundo, me hallé deseando que lo hiciera; que me besara, realmente lo quería. Era un sentimiento raro incluso para mí. Todo mi cuerpo gritaba que lo hiciera, que se lo permitiera, no habría nada de malo en ello.

Una extraña sensación de deseo me sobrecogió y me estremecí. Me respiración se volvió agitada y cada segundo la sentía más y más cerca. Solo unos centímetros más y probaría sus labios…

—No puedo. — me forcé a decir.


Ella se congeló en su lugar y nuestras frentes se unieron al igual que las puntas de nuestras narices. Exhaló su aliento sobre mis labios y me estremecí. Resignado, me alejé un poco y en su lugar, besé suavemente su mejilla. Alejó su rostro de mí y fue como si de pronto algo me faltara.

Bajó la mirada y el cabello le cubrió el rostro. Se puso de pie y caminó a la puerta, esperando que la siguiera para llevarme a casa.





— Llegamos. — anunció Emily, deteniendo su auto frente a la casa de los Boudelair. Ambos nos quedamos en silencio un momento, que se tornó odiosamente incómodo.

— De lo que pasó… — comencé a decir, pero me silenció llevando sus dedos a sus labios.

— Déjalo así. Enserio, está bien.

Bajé del auto y caminé perezosamente a la puerta, esperando encontrar a Dest o por lo menos a Ev para tener alguien con quien estar. Miré el lugar donde Dest normalmente estacionaba su auto y me estremecí cuando lo encontré vacío. Era extraño.

— ¿Dónde demonios has estado? — atajó Avril marchando hacía nosotros.

Su andar era un poco petulante y fruncí el ceño. No me gustaba porque no significaba nada bueno. Se detuvo frente a Emily y la inspeccionó de pies a cabeza con detenimiento, como si buscara algo extraño en ella. Entrecerró un poco los ojos y gesticuló algo con los labios que no pude entender. Sin previo aviso se puso tan tensa que creí se rompería. Bajó la mirada y se destensó un poco.

—Mucho gusto. Emily. — se presentó extendiéndole la mano a Avril.


Avril la miró con el ceño fruncido y con un movimiento de cabeza ignoró el intento de ser amable con ella. Emily se encogió un poco y pude ver sus mejillas sonrojarse de vergüenza mientras Avril tamborileaba el suelo con el tacón de sus botas de imitación de cuero. Mordía su labio fuertemente y se veía tensa y nerviosa como hacía mucho tiempo no la veía.


— ¿Qué sucede? — pregunté a Avril.

Una luz se encendió en sus ojos y usé todas mis fuerzas para clavar mi mirada en ella.


— Deberías verlo por ti mismo. — suspiró ella, quitándose el cabello de la cara.


La miré y articulé “¿Qué pasa?” con los labios. Su ansiedad me carcomía los nervios cada segundo que pasaba y ella no hablaba. La incertidumbre provocó que mil cosas que pudieron haber pasado llegaran a mi cabeza, pero no estaba listo para lo que respondió.

— Es Destiny.