Soulmates

Sola. Esa fue la unica palabra que logró penetrar mi caparazón.



miércoles, 26 de enero de 2011

15.2 Avril

Lucas POV

Estaba abrazando a Avril.

Realmente estaba ahí y no podía creerlo. Abrazarla en la forma con la fuerza que estaba haciendo no estaba ayudando a recuperar todos esos meses sin ella. La había extrañado con tanta intensidad que no podía creer que esa chica que sostenía en mis brazos fuera realmente ella.

Su aroma a vainilla y fresias me inundó las fosas nasales cuando hundí el rostro en su suave cabello e inspiré todo lo que pude. Esta vez llevaba el cabello de color negro, reemplazando el color cobre de la última vez que cubría su cabello originalmente castaño claro. Tenía los mismos ojos almendrados de color verde que se podía confundir con azul en ocasiones. Avril era preciosa. Con ese esbelto cuerpo digno de una bailarina de ballet y ese rostro perfecto era la imagen de un ángel en la tierra.

La alejé un poco de mis brazos para verla a los ojos y casi sentí un dolor físico al hacerlo. Quería mantenerla junto a mí todo el tiempo, toda la vida y que jamás volviera a irse.

— No vuelvas a irte. — le pedí al oído una vez que la volví a abrazar.

Sus brazos me envolvieron y sus manos se aferraron a mi camisa.

— No lo haré. Esta vez, vine para quedarme contigo. — me avisó. No pude evitar la enorme sonrisa que se dibujo en mis labios al oírla decir eso.

— Con permiso. — se excusó Dest, que salió de la habitación directo a las escaleras hecha una fiera.

Maldita sea.
Me había olvidado completamente de ella.






Dest POV

- Con permiso. - dije.

Subí las escaleras a toda velocidad, apretando los puños y castañeando los dientes. Algo me estaba quemando por dentro y no era precisamente un sentimiento bueno. Pensé en ir a mi habitación, pero me encontrarían muy rápido. Entonces, ¿a dónde?

La respuesta me llegó cuando una suave ráfaga de viento me acarició los cabellos, proveniente de una ventana abierta. Me dirigí a mi habitación y cerré la puerta con el cerrojo. Me dirigí al balcón y abrí las puertas. También las cerré. Escalé con dificultad el gran roble junto a mi habitación y subí al techo.

Me recosté en el frío piso y estiré mis brazos y piernas. Me sentía igual a un gato que acaba de despertarse y necesitaba estirar todas sus extremidades para poder andar. Miré las estrellas tintinear en el cielo como pequeños diamantes e intenté sonreír, pero no pude.

Me sentía triste y abandonada. Los últimos días habían sido una total pesadilla para mí; no podía comprender por qué estaba teniendo tantas peleas y disgustos con las personas que amaba por razones tan tontas.

No me había quedado a ver u oír como al parecer todos los presentes alababan y saludaban a esa chica, la tal Avril. No quería ver como Lucas la miraba con adoración y como mi familia la saludaba amorosamente. Yo no quería más desconocidas en mi vida que me miraran con desprecio y me robaran la poca atención que las personas que amaba me daban.

Ella debía de ser una de las muchas ex novias de Lucas. ¿Cuántas más habría en la lista? Al parecer estaban empecinadas en volver en los momentos más inoportunos a su vida. ¿Y quién era yo comparada con esas diosas? Tal vez nadie. Descarté el pensamiento, pues solo logró deprimirme aún más.

— ¿Es mi imaginación o las estrellas te relajan? — preguntó Lucas.

Se sentó cautelosamente junto a mí y me pasó su chaqueta por los hombros. La tomé entre mis manos, la hice una bola y la lancé lo más lejos que pude, enfurruñada. Sentía que quería llorar, pero me rehusaba a hacerlo frente a él. Al fin y al cabo, él era el culpable de todo lo que me estaba pasando; así que tragué saliva, tomé aire, y elevé la barbilla.

— Largo de aquí.

— Oblígame. — me retó seriamente.

Ambos nos pusimos de pie al mismo tiempo y coloqué mis manos en su pecho para empujarlo. Parecía una roca y mi fuerza era insignificante comparada con la suya. No logré moverlo ni un centímetro. El se echó a reír fuertemente, y solo logró enfurecerme aún más. No quería que se burlara de mí.

— ¡Vete… de…. Aquí! — grité a todo pulmón. El me dejó empujarlo y pronto llegamos a la orilla del techo.

Balanceó los talones en la orilla, y sí, mi intención era lanzarlo al suelo. Yo sabía bien que no lo lastimaría ni un poco, porque antes de llegar a tierra haría algún mal truco para impresionarme y quedaría ileso.

Di un empujón más, y maldita sea, no sé cómo demonios hizo, pero logró hacer que cambiáramos de lugar y en lugar de ser él el que quedaba en la orilla, fui yo. Mis talones quedaron al aire mientras mis puntas buscaban desesperadamente el piso del techo. Lucas sostenía mis muñecas entre sus manos y era lo que evitaba que cayera. Miré el suelo dos pisos debajo de mis pies y sentí un fuerte mareo taladrarme la cabeza al percatarme de lo malo que podría ser que cayera.

— ¡Suéltame! — ordené. El liberó mis muñecas un instante y sentí mi cuerpo irse para atrás por la gravedad. Proferí un fuerte alarido de terror, pero antes de siquiera comenzar a caer, volvió a tomar mis manos y a sostenerme. — ¿¡Te parece gracioso!?

— ¿Si digo que sí estoy en problemas?

— ¡Vete al diablo!

— Está bien. Pero te vienes conmigo. — hizo que su rostro quedara a escasos centímetros del mío y se quedó así. — No puedo ir a ninguna parte sin ti.

Su cercanía me aceleró el corazón y el deseo de tocarlo me robó el aliento, porque en la posición en la que estábamos no contaba como tocarlo. No podía creer que aún después de lo que había pasado esa noche deseara más de él; todo lo que pudiera tener.

Eliminé los centímetros que había entre los dos y lo besé en los labios. Me estremecí cuando me sujetó de la cintura, por el calor de sus manos y más aún cuando me unió a su cuerpo. Lo sujeté por el cuello de la camisa y sentí su sonrisa mientras me besaba.

— Te odio, Lucas, te odio con toda el alma. — le dije. Dejó de besarme y me miró a los ojos seriamente.

Sonrió y volvió a besarme. Me alejó de la orilla y siguió besándome como si la vida se le fuera en ello.

Y de la nada, mi cuerpo se desconectó de mi cerebro, mis piernas fallaron y solo oí a Lucas llamarme una y otra vez antes de quedar inconsciente.




Lucas POV

No sé cómo ni por qué, pero apenas logré sostener a Dest antes de que cayera al piso. Su cuerpo se desplomó en mis brazos y mi rodillas se doblaron un poco por la repentina carga que me cayó encima.
— ¡Avril! — grité a todo pulmón, siendo ella la primera persona que vino a mi mente. — ¡Avril, Damen!

Ellos aparecieron frente a mí en lo que pareció una eternidad, con el rostro crispado de preocupación y los cuerpos temblando por el frío. Damen casi protesta por hacerlo ir estando molesto conmigo, pero en cuanto vio a Dest inconsciente en mis brazos, se tragó sus palabras y se acercó tambaleante.

— ¿Qué le hiciste? — preguntó perplejo.

— ¿Tiene la costumbre de desmayarse? — intervino Avril, pero Dam ignoró su pregunta como si ella jamás hubiera hablado.

— No he hecho nada. —respondí a Damen. —Y digamos que no, pero en ocasiones sucede, Avril.

Avril sopesó mis palabras un instante y emitió un sonido extraño con la garganta. Se acercó y puso una de sus delicadas manos en la frente de Dest. Mordió su labio y llevó sus dedos al cuello de mi novia, presionó ligeramente y yo la miré extrañado, hasta que me di cuenta de que estaba midiendo su ritmo cardíaco.

—Su pulso es muy bajo. — nos dijo. — Y tiene mucha fiebre. Lucas idiota, no deberías dejarla salir con esta temperatura si está delicada de salud.

— No debería estar con ella, siquiera. — gruñó Damen. Avril suspiró y me la arrebató de los brazos.

—Increíble cuán imbéciles pueden ser, en vez de pelear, deberían pensar en su salud y llevarla a un lugar caliente. — ladró ella, que desapareció con Dest y nos dejó solos.

Damen dejó el silencio prolongarse y me pregunté qué estaría pensando. Solía tener discusiones con él, pero no acostumbraban llegar a tanto, nunca lo hacían. Me dolía pelear porque además de ser mi mejor amigo, también era el mejor amigo de Dest, su casi hermano, y sabía que a ella le dolían este tipo de enemistades entre nosotros.

—Deberíamos entrar. — sugerí.

Damen comenzó a bajar en silencio sin darme la cara y lo seguí.

Entramos a la casa de nuevo directamente por la habitación de Dest, y para sorpresa de Damen y mía, Ev y Avril la estaban desvistiendo. Cuando ambas se percataron de nuestra presencia, la cubrieron de nuestra vista con sus cuerpos y nos fulminaron con la mirada.

— ¡Chist! — gritó Ev.

— ¡Largo de aquí! — chilló Avril. — Le daremos un baño haber si así baja la temperatura.

Salí a rastras de la habitación y caminamos de vuelta al primer piso de la casa. Abajo, Robert y Elizabeth yacían sentados en los sillones charlando animosamente.

Me sorprendió la indiferencia hacia su propia hija. Dest se quejaba constantemente sobre lo desnaturalizados que eran sus padres y siempre creí que exageraba. Hasta hoy. ¿Cómo podían unos padres ignorar tan naturalmente la salud de su hija? Y lo peor del caso, era que su salud no era lo único que pasaban por alto. Tampoco su seguridad parecía importarles demasiado; como cuando Megan la mandó a secuestrar y matar y después la secuestró ella misma e intentó matarla ella misma sin mucho éxito.

Incluso Ev parecía más su hermana, y Katherine se preocupaba igualmente por su bienestar aunque esta última no era muy bien recibida por Dest.

— Puedes irte. — gruñó Damen cuando nos sentamos frente a Robert y Elizabeth.

— No me voy sin saber qué pasa con Dest. — respondí tajantemente.

— Cariño, — comenzó a decir Elizabeth, con su voz “dulce”. — creo que lo mejor es que te vayas. Avril puede quedarse aquí hasta que acondiciones una habitación en tu casa para alojarla.

Con todo el drama de esa noche, había olvidado por completo que no tenía ninguna habitación libre para Avril. Demonios. Tendría que quedarse en esta casa hasta que tuviera un lugar donde dejarla. Podía dormir en mi habitación, pero sería casi imposible convencerla de que yo dormiría en el sillón.

— ¿No es ningún problema? — pregunté tímidamente.

— Desde luego que no. La casa es grande, hay mucho espacio para ella. — esta vez fue el padre de Dest quien respondió. — Avril siempre será bienvenida.

— Ve y despídete de ella, que mañana a primera hora estarás aquí para verla. Adoro cuando se reúnen; se ven adorables juntos, Lucas. No sé porque cada vez que están juntos, vuelven a separarse. Es una lástima.

Las palabras de Elizabeth me llegaron hondo. No permanecíamos mucho tiempo juntos por nuestras diferencias. Después de cierto tiempo, las peleas se volvían constantes y preferíamos separarnos en vez de romper nuestra relación. Sabía que era por nuestro bien, pero eso no quitaba el hecho de que me doliera no tenerla cerca.

— Está bien. — accedí. No quería más problemas con la familia.

Me despedí de todos, y mientras subía las escaleras, no pude evitar oír a Robert decirle a Damen:

— Creo que debemos hablar de algo que sucedió esta noche.

Antes de llegar a la habitación, choqué contra Avril en el pasillo. Me miró ceñuda y creí que me ignoraría, pero en vez de eso, se limitó a abrazarme fuertemente y pasar sus cálidas manos por mi cabello.

— Maldito seas, Lucas. Jamás debí hacerte caso de separarnos. — murmuró después de un buen rato.

— Tú elegiste irte.

— Porque te quiero y si seguíamos juntos terminaríamos odiándonos. — ambos suspiramos al mismo tiempo y nos sentamos en un par de sillas que había junto a nosotros.

— Yo también te quiero, Avril. — susurré. Recargó su cabeza en mi hombro y suspiró. — No vuelvas a irte. No sé como haremos esto, pero no puedes dejarme de nuevo.

— Prometo no hacerlo.

Se quedó callada un momento, y oí un suave “ommm” proveniente de su garganta, tal y como hacía cuando estaba pensando en algo.

— ¿Puedes ayudar a Dest? — pregunté.

Su cuerpo pareció ser catapultado hacia delante, porque se levantó de un salto y me miró furiosa.

— No. No puedo ayudarla.

— Venga, Avril, sabemos que si puedes. — le dije, pero solo logré alimentar su enojo.

— ¡No puedo!

— ¿Por qué? — demandé saber.

— ¡Por qué no me agrada! ¡Ella no es para ti!

14.2 Eet

Oía el rítmico golpeteo a la puerta de mi habitación pidiéndome que abriera, pero igual lo ignoré. Si Damen realmente quería entrar, podría hacerlo en cualquier momento pues el cerrojo de la cerradura no bloquearía sus habilidades y tampoco las de Ev.

— Venga, Dest, ábreme. — suplicó por millonésima vez Damen.

Tenía los ojos hinchados y las manos me temblaban de tanto llorar. La cabeza me punzaba y el estómago lo tenía hecho un revoltijo de nervios. Sentí un vuelco en la boca del estómago y corrí al baño. Apenas y logré llegar al retrete para vomitar. Los oídos me zumbaron y los ojos volvieron a llenárseme de lágrimas.

— Tranquila. — murmuró Ev, retirándome el cabello suavemente de la cara. Acaricio mi espalda maternalmente y frotó mis hombros delicadamente. Había entrado gracias a una de sus maravillosas "habilidades" y Damen se había quedado afuera de seguro.

Ella me daba seguridad, cómo si no importara que tan mal estuvieran las cosas, ella las iba a solucionar hasta que todo estuviera bien para mí.

Cuando hube devuelto todo lo que llevaba en el estómago, me hizo girar y limpió las comisuras de mi boca con un pedazo de papel. Me sonrió tristemente, pero no preguntó nada; bien, porque aunque lo hubiera hecho no le hubiera respondido.

— Causarás que a Damen le dé un ataque cardíaco. Ha estado como loco toda la noche. Creo que estaba a punto de llamar a la CIA para que investiguen qué sucede. — bromeó para aligerar el ambiente.

La miré a los ojos y rápidamente me sentí relajada. Sus ojos eran grises, tales como los de Trevor, igual de claros y penetrantes, pero a la vez tranquilizadores. También era tan rubia como lo había sido mi hermano. Incluso parecía más su hermana que yo, o Katherine. Por eso ambos siempre habían tenido el mismo efecto cálido, protector y tranquilizador sobre mí.

Me extendió una mano y me ayudó a levantarme. Me inspeccionó con la mirada y sonrió cálidamente.

— Vale, lávate la cara, ponte algo cómodo y baja a cenar algo.

— Ev, no me siento...

— Ven, al menos acompáñame, ¿quieres? — me cortó. Era difícil decirle que no cuando hacía pucheros. Sacudí la cabeza y asentí. — Todo va a estar bien.

Rompí a llorar nuevamente. No quería que me dijera que todo iba a estar bien; quería que me dijera que ella si me quería y se preocupaba por mí. En ese momento, odiaba mi vida en toda la extensión de la palabra.

Ella me sostuvo entre sus brazos y murmuraba frases y palabras tranquilizadoras para mí. Ya que vio que definitivamente no funcionaba, me abrazó con un poco más de fuerza y sentí un calor reconfortarte recorrerme de pies a cabeza. Mis sollozos fueron en descenso hasta que solo fueron espasmos de dolor y finalmente me pude calmar.

— Algo de energía tranquilizadora. — explicó después de que la vi con ojos acusadores. — Lo intentaba antes cuando eras pequeña y tenías pesadillas. Siempre funcionaba. Ahora me ha sido un poco más difícil; ya has envejecido.

— Ev, te quiero.

Sus ojos se abrieron considerablemente y una sonrisa se plantó en sus labios. Ella sabía que sí la quería, pero era muy raro que se lo dijera, así que era realmente especial cuando se lo decía.

— Yo también, Dest. Eres cómo mi hermana pequeña. — Revolvió mi cabello y limpió un poco mi estropeado maquillaje con sus pulgares. Besó mi frente y volvió a darme un rápido abrazo. Se levantó grácilmente y se dirigió a la puerta.— Te espero abajo.

Y se fue.

Hice lo que me pidió; me quité el vestido que llevaba puesto -el que usé para mi fatídica cita- y me lavé meticulosamente la cara. Me puse una pijama de franela que había adquirido hacía algunos días y cepillé mi enmarañado cabello.

Cuando me consideré lista, me di un último vistazo en el espejo de mi habitación y forcé una sonrisa para despistar.

Bajé a la cocina, y Ev y Damen cenaban silenciosamente sentado uno frente a otro, con mis padres flanqueándolos igual de silenciosos. Cuando entré, Damen corrió a mi encuentro y me estrechó en sus brazos.

— Me tenías preocupado. — confesó solo para mí.

—No ha sido nada, Dam. — le mentí. Ensanché mi falsa sonrisa y le miré a los ojos para después besar su mejilla.

— Mentirosa. La próxima vez, protege tus pensamientos. — acusó. Había tensado la mandíbula y su mirada era de pura furia.

Mal plan. Estaba segura que esta vez no se iba a contener en lo respectivo a Lucas. Ya no más. Esta había sido la gota que derramó el vaso. Cerré los ojos y me concentré en ese “escudo mental” que tanto tiempo atrás me había enseñado a crear.

— No ha sido nada.

— Bien, pues eso no pareció nada. — gruño. Me pregunté si sería capaz de ir a buscarlo y también que le haría si lo encontrara en un futuro cercano. — Le advertí lo que pasaría si te dañaba. Le dejé pasar demasiadas; no más, Dest. Estés de acuerdo o no, esto no lo voy a dejar así.

— ¿Vendrás a cenar? — interrumpió mi madre que había pasado por alto mi desaliñado aspecto.

— Hablaremos de esto después. — advertí a Damen.

Caminé lentamente a la mesa, arrastrando los pies. Me senté y Ev cerró los ojos y un plato voló a mi lugar, al igual que cubiertos y vaso.

No me preguntó que me apetecía cenar, solo me "sirvió" un poco de pastel de vainilla con betún de cerezas y algo de leche.

Comí todo lentamente, concentrándome tal vez de más en cada bocado para no pensar en nada más. No quería que mis pensamientos volvieran una y otra vez a Lucas. No tenía ánimos ni la energía para seguir llorando, así que me abstuve de ello.

El silencio era denso y abrumador en la mesa. El único sonido que se oía, era el del ventilador de techo y las cosas que mi familia hacía volar con sus "poderes" que en ese momento me parecieron de quinta.

— Un momento. — se excusó Damen. Se levantó un segundo y rápidamente volvió con cuatro cajas de regalo.
Eran dos pequeñas, una mediana y la última de un tamaño exhorbitante. Les puso enfrente las cajas pequeñas a mis padres, depositó la mediana frente a mí y desde luego la gigante frente a Ev. La cara de mi prima se iluminó con una luz tan llena de vida, amor y felicidad cómo nunca antes había visto.

Los primeros en abrir los regalos fueron mis padres. Para mi madre había una bonita pulsera de brillantes y para mi padre un reloj. Ambos le sonrieron y le dirigieron a Damen un afectuoso "Gracias". Después fui yo, y lo abrí cuidando no romper demasiado papel.

Mi caja llevaba un tierno oso de peluche con algunos chocolates y una cajita roja. La saqué con cuidado y elevé mi mirada a Damen.

— ¿Me estás proponiendo matrimonio? — bromeé. Mi prima rió estrepitosamente, Damen me sonrió de forma traviesa, pero mis padres se removieron incómodos en su lugar.

— Lo siento. La buena mercancía como yo, era edición limitada de solo un ejemplar y ya me han acaparado. — respondió riendo.

-- Eso quisieras.

La abrí y dentro había un precioso guardapelo; de esos collares que dentro pueden llevar una foto. Era dorado y tenía dibujado un gran roble con tinta verde. El collar en sí destellaba pero la foto dentro casi logró arrancarme algunas lágrimas. Era una pequeña foto mía cuando tenía 10 años; él y Trevor me había llevado a un parque durante el invierno y la nieve cubría todo. Damen nos había tomado la foto a mí y a Trevor mientras hacíamos ángeles de nieve. Juntos. Uno junto al otro.

Lo abracé y susurré: — Te amo, Dam

— Yo también, Dest. — respondió dulcemente. — ¿Y tú no piensas abrirlo? — cuestionó a mi prima.

— Esperaba la Damen-señal. — su voz resonó como las campanas.

Destrozó el papel desesperadamente, casi parecía que se le iba la vida en ello. Cuando terminó de destrozar la caja, cubrió su boca con sus manos y miró maravillada la caja. La curiosidad me ganó y me acerqué a ellos.

Dentro de la caja, había un gran oso de peluche blanco y esponjoso. Tenía unos cuantos chocolates, pero no era lo que había atrapado nuestra atención. Lo que nos había atrapado era una cajita negra de terciopelo que llevaba dentro un precioso anillo de diamantes, justo a un lado de un letrero que decía: "¿Te casarías conmigo?"

Ev lanzó un chillido tan agudo que quedé un segundo aturdida por su voz. Parecía incrédula de aquella proposición, como si nunca antes la hubiera oído. Lanzó sus brazos alrededor de Damen, dando pequeños saltitos de alegría y lo besó en todo el rostro; no dejó ninguna parte sin besar. Realmente la envidiaba.

— ¡Acepto! ¡Claro que acepto! —gritó estrepitosamente. Su voz retumbó por toda la casa y creí que algunos vidrios se romperían en el acto.

El timbre de la puerta sonó, y dado el hecho de que Ev y Damen estaban en su momento especial, no quise interrumpir. Solo vi por el rabillo de mi ojo a mis padres acercarse a felicitarlos a ambos.

Caminé lentamente, y una y otra vez me preguntaba quién podría ir a visitarnos el 14 de febrero a las diez de la noche. Llegué a la puerta y la abrí.

Deseé no haberlo hecho.

— Lo siento tanto. No fue mi intención faltar, yo no quise…— Lucas se disculpó. Llevaba un gran ramo de rosas y otras cosas más que no me detuve a ver.

Le cerré la puerta en la cara. Me recargué en la puerta y me dejé caer al suelo, jadeando. Sentí las lágrimas comenzar a arder detrás de mis ojos y me quedé ahí.

— ¿Quién era, De- — intentó decir mi prima, con una sonrisa que se fue desvaneciendo poco a poco al verme en el suelo. — Oh, no.

— Ahora si se las verás conmigo. — amenazó Damen.

Me incorporé de un salto y me planté frente a la puerta para bloquearle el paso.

— Dam, por favor.

— Muévete. — ordenó.

— No pierdas tu tiempo. — imploré. Me aferré al marco de la puerta y clavé mis uñas en un orificio para tener un mejor agarre.

— Será mejor que te muevas de ahí, Destiny. — advirtió mi padre.

No me moví. No quería peleas; no más. Estaba harta de todo este embrollo en el que me había metido. No soportaría que Damen le hiciera daño a Lucas por más idiota que fuera ni viceversa.

— Vale, será como tú desees. — dijo alguien por fin.

No pude evitar perder el agarre del marco y fui lanzada al otro lado de la habitación justo hacia un sillón. Perdí el aliento un segundo y quise correr de vuelta, pero Damen era mucho más rápido que yo y no había perdido el tiempo. Abrió la puerta y lanzó el primer golpe.

Lucas cayó de espaldas, aturdido y confundido por el golpe que le había sido proferido. Damen se tiró al suelo junto a él y siguió golpeándolo; Lucas no puso ninguna oposición.

Los gritos de Ev y míos se confundieron a un punto que ya no supe a quien le pertenecían cada uno. Intenté meterme a la pelea para detenerlos, pero mi padre me tomó de los brazos y no me permitió hacerlo. Me mantuvo en mi lugar mientras veía a mis dos chicos preferidos pelear.

Después de lo que me pareció una eternidad, alguien por fin los separó. Damen voló a un lado y Lucas al otro. La sangre emanaba de las heridas de mi novio a borbotones y la vi con horror.

— ¡Damen! — gritó más que furiosa mi prima. — ¡¿Qué demonios crees que haces?!

— ¡Tú qué demonios crees que hago! — respondió el, elevando la voz. Forcejeaba para poder verse libre, pero mi prima era más fuerte mentalmente que el. — ¡Estoy haciendo lo que ninguno de ustedes ha hecho antes! ¡Ni tú ni nadie lo ha hecho jamás!

— Silencio, Alexander. — ordenó mi madre, llamando a Damen por su segundo nombre; el nombre que tanto odiaba.

Ev se quedó en silencio dolida por las palabras de Damen. Miró su mano y el anillo en su dedo que resplandeció con la luz. Lo retiró de ahí y caminó hacía Damen.

— Creo que aún no es momento. — tomó una mano de Damen, la abrió, depositó el anillo ahí, y la cerró delicadamente. El la miró incrédulo, dolido.

— Y tú… — habló mi padre, esta vez refiriéndose a Lucas. — No creo que seas bienvenido en esta casa por un tiempo.

— Si me dejaran explicarles. — protestó él, con la voz estrangulada.

— No hay nada que explicar. — le corté. Di media vuelta y caminé dentro, donde mi prima había ido.

Dejé la escena afuera y la busqué. No fue difícil encontrarla, pues se hallaba sentada en el mismo sillón al que yo había sido lanzada. Me acerqué en silencio y me detuve al verla bien.

Sus hombros se elevaban a intervalos irregulares y oí pequeños sollozos provenientes de ella.

— No soy mala. Siempre he querido lo mejor para ti, protegerte, cuidarte y procurar tu bien. Me duele que Damen no lo crea así. ¿Qué clase de persona me cree? El es la persona que más me conoce en todo el mundo, y sabe que yo jamás pondría a Lucas antes que a ti. — lloró. Me senté junto a ella y la abracé. — Yo jamás haría algo así.

Y esa era una de las pocas veces que había visto a la gran Ever Boudelair desmoronarse. Ella lloró un poco más y después de secó las lágrimas como si solo fueran un triste recuerdo de una mala experiencia de un pasado lejano.

— Ev, no quise decir eso. — se disculpó Damen desde la puerta.

Ella se levantó y elevó su mano. La agitó en el aire y se fue.

Damen maldijo por lo bajo, golpeó una pared y cubrió su rostro con sus manos. Mis padres entraron detrás de él, y finalmente Lucas. Aún herido era hermoso. Mi madre intentó dirigirlo a la sala para así poder curarlo, pero no la dejaba. Permaneció a unos metros frente a mí.

— Por favor.

— No quiero oír nada. — le respondí, preguntándome si aquello era cierto.

El timbre sonó, pero todos lo ignoraron. Lucas siendo curado por mi madre y mi padre tratando de calmar a Damen. Fui y abrí la puerta.

Una chica de cabello tan negro como la noche y ojos de un verde azulado que me recordaron a alguien –no supe quién-, se paraba frente a mí. Tenía la piel casi tan clara como yo, solo que ella tenía algo de rubor en las mejillas. Era delgada, e iba vestida con un largo saco negro que le llegaba a las rodillas.

— ¿Se encuentra Ever Boudelair? — preguntó la chica. Su mirada era retadora, llena de una inquietante seguridad. Me inspeccionó de pies a cabeza y sonrió torcidamente.

— Es mi prima.

— Oh. Bien. — se limitó a decir.

— ¿Avril? — preguntó Lucas detrás de mí. Al parecer oírla o verla fue suficiente para curar su malestar. — ¿Eres tú?

— ¡Lucas! — lloró ella. Se abalanzó sobre él y comenzó a llorar de pura felicidad. — ¡Maldita sea! ¡Te extrañé tanto!

— Yo también. — respondió, estrechándola en sus brazos.

Algo en su cercanía, confianza, y sus miradas movió algo dentro de mí. Parecía un reencuentro amoroso.

Y los celos volvieron.









Hola de nuevo! El nombre no es nada genial, solo que no se me ocurria nada && ese es el nombre de la cancion que oia en ese momento :$ Creo que me adelante un poquito en los caps, pero me moria por presentar a esta chica Avril :D

13.2 Respirar


Necesitaba respirar.

El aire parecía no llegar correctamente a mis pulmones y era como si algo estuviera presionando mi pecho para obstruir el paso del aire a mi cuerpo. Empecé a sentir una sensación de calor que empezó en la base de mi cuello y después de trasladó a mi cabeza y demás cuerpo. Mis manos comenzaron a temblar y creí que iba a sofocarme en el salón de clases.

Me levanté rápidamente de mi asiento, anhelando el preciado aire que tanto me faltaba y salí del salón de clases corriendo. Oí las protestas del profesor de matemáticas al llamarme para que regresara, pero mis pies no se detuvieron hasta que estuve fuera, en los jardines de la escuela.

Me dejé caer debajo uno de los grandes árboles del jardín y tomé grandes bocanadas de aire. Aún así, el aire pareció no llegar. Cerré los ojos con fuerza y me concentré en el ruido que lograba oír; aves cantando, voces a lo lejos, autos en la carretera…

— ¡Dest! — gritó alguien.

No pude girar la cabeza, o más bien no quise. La cabeza comenzaba a dolerme y mis pulmones todavía no estaban bien.

— ¡Oh, Dest! El profesor me envió a que viera por qué te habías ido así. — comentó Emily. Se arrodilló junto a mí y mi miró fijamente.

No podía sacarme de la cabeza la sensación de inseguridad cerca de ella, pero no tenía opción más que ignorarlo. Me sentía mal y estaba claro que no se iría hasta que tuviera algo bueno para contarle al profesor.

Me recargué en el árbol y estiré las piernas, que había tenido dobladas. Tomé una bocanada de aire, conté hasta diez rápidamente y la solté. Hice eso varias veces; probablemente unas veinte veces. Y Emily no se iba.

— Bien, puedes volver y decir que he tenido un ataque de ansiedad. — respondí después de un largo e incómoda silencio.

— No creo que le agrade oír eso. — murmuró. Se quedó en silencio un rato y después añadió. — ¿Sabes? Creo que empezamos con el pie izquierdo.

— No me interesa con qué pie empezamos, quiero estar sola. — espeté demasiado bruscamente para mi gusto.

— No lo creo.

Colocó una de sus manos sobre mis hombros, y lo que sentí, me aterrorizó.
El aire escapó bruscamente de mis pulmones y no pude volver a tomarlo. Me estaba ahogando. Esa sensación era imposible de evitar y además, mi cuerpo se estaba entumeciendo. Fui perdiendo el movimiento primero en las puntas de mis dedos, después de extendió a mis manos y brazos hasta que no quedo nada que pudiera mover.

Traté de tomar aire, gritar, lo que fuera, pero solo podía emitir pequeños gemidos ahogados que solo me quitaban el oxígeno que me quedaba. Por un momento fue como si la sangre se espesara en mis venas y no corriera más. Cerré los ojos para concentrarme en cualquier cosa excepto eso, pero me era imposible. Solo podía pensar en cuanto necesitaba respirar.

— Dest, ¿por qué te has ido así? — preguntó Lucas detrás de Emily.

Ella retiró su mano de mi brazo y la sensación se esfumó. La cabeza me zumbaba y mis latidos retumbaban en mis oídos tan fuerte que creí que mis tímpanos se reventarían.

Lucas se arrodilló frente a mí, y después de ver que algo no andaba bien, me tomó en brazos y echó a correr, tal vez a la enfermería.

Y yo sabía que Emily me había hecho eso.




— Bien, señorita Boudelair, me temo que no he encontrado nada malo. — informó la doctora a cargo. La mujer debía de tener unos treinta años y llevaba el cabello recogido en un pulcro moño. — Aún así, debería volver a casa, tomar algo para dormir y descansar el resto del día.

Gemí. No quería estar en casa. No desde que mis padres estaban ahí también. No quería encontrarme con ellos ni tener que hablarles porque simplemente los odiaba.

Lucas debió de notar mi incomodidad con eso, porque colocó una mano sobre mi hombro suavemente y le sonrió a la doctora.

— Creo que yo podré hacerme cargo de ella por unas horas.

— ¿Qué planea, señor Russo? — cuestionó la mujer, dudosa.

— En su casa no hay nadie, sus padres han salido de la ciudad y su prima se encuentra en Raleigh. — mintió él. — Creo que podría llevarla a casa. Mi madre le prepararía algo de comer y la arroparía hasta que pudiera llevarla a casa.

La doctora no se veía del todo convencida, pero ni yo podía estar todo el día en la enfermería, ni había nadie más que me cuidara, o eso le había hecho creer Lucas. Finalmente, ella suspiró audiblemente y asintió.

— Bien. Solo cuídela debidamente, señor Russo. Usted es responsable por lo que pueda pasarle.

— No se preocupe. — me miró afectivamente y añadió: — La cuidaré mejor que a mi vida.




Esa era la segunda vez que había estado en el departamento de Lucas. Igual que la última vez, todo estaba limpio y bien cuidado, moderno y elegante; tal vez demasiado para alguien de su edad. O tal vez no.

Constantemente olvidaba que era mucho mayor que cualquiera de los abuelos e incluso bisabuelos de mis compañeros de clase, ya que su comportamiento era el de alguien realmente joven.

Entramos y me obligó a sentarme en uno de los sillones negros que había en la sala. Protesté, pero no hizo efecto alguno. Me inspeccionó con la mirada un instante y después se sentó junto a mí.

— ¿Fiebre? — preguntó.

— No.

Colocó su mano sobre mi frente y después en mis mejillas.

— ¿Mareos?

— Tampoco.

Paseó sus manos delante de mí, esperando alguna reacción.

— ¿Vómito?

— Nada.

Se lo pensó un momento.

— ¿Embarazada? — sonrió.

— No tienes tanta suerte. —bromee, mientras le devolvía la sonrisa.

Ambos comenzamos a reír y pasó un brazo por mis hombros para tenerme más cerca. Recargué mi cabeza en su pecho y me recosté en él. Mis ojos se cerraban poco a poco y mi deseo de no dormir se desvanecía poco a poco.

— Acaba de recordar algo. — avisé. El lanzó un suave quejido amortiguado por mi cabello y mi sonrisa se ensanchó. — Nunca me has contado sobre tu familia y a la doctora le dijiste algo sobre tu madre.

Se tensó al instante. Sentí sus músculos contraerse repentinamente y un extraño sonido se escapó de su garganta. Me estremecí. Sentía curiosidad por conocer a los Russo, pero estaba claro que no me daría ninguna información sobre ellos.

No dijo nada. Se quedó sentado mientras me abrazaba y sentí su aliento en mi cabello.

— ¿Sabes qué día es mañana? — cambió drásticamente de tema. Señal de que mi último intento de conversación realmente no había sido el mejor.

Agité la cabeza en señal de “no”.

— Catorce de febrero. Día de San Valentín. — repuso.

— Oh. — fue todo lo que logré decir. Un nudo se formó en mi estómago y no fui capaz de decir otra cosa.

— Y tengo planes. Para ambos. Este será el mejor catorce de febrero de todos.






Llegué al restaurante al que habíamos acordado ir y le di mi nombre al recepcionista para que me llevara a la mesa que Lucas había reservado.

El hombre -que iba vestido con un elegante traje- me miró con extrañeza, pero aún así llamó a un mesero para que me llevara a mi mesa. El mesero, que debía ser apenas un par de años mayor que yo, me miró de pies a cabeza con detenimiento, despues negó con la cabeza y creí oírle murmurar algo cómo: "Vamos, Adam, no tiene caso".

La mesa tenía vista hacía afuera y podía ver por el vidrio la lluvia caer en las afueras de Wake Forest.

El meseró movió mi silla para que me sentara y ya que lo hice, me acercó a la mesa nuevamente. Se marchó un momento y volvió con una jarra de agua y una copa. Sirvió el agua y me acercó la copa junto a un menú.

— ¿Gusta ordenar algo, madame? — preguntó el joven mesero.

Vacilé un momento y después negué con la cabeza.

— Prefiero esperar a que llegue mi cita. — decidí.

Me miró como si pensara que no tenía caso, pero forzó una sonrisa y dijo:

— Cómo guste. Si necesita algo, no dude en llamarme.

Asentí y se marchó. Ahora si podía darle un buen vistazo al restaurante.

Tenía unos techos altos, de los que colgaban unos hermosos candelabros que parecían hechos de cristal y oro. Las pareces eran de un suave color crema, y la luz de las velas en las mesas y los candelabros, hacían parecer que todo ahí estaba hecho de oro.

La gente en ese lugar charlaba animosamente, y el restaurante estaba lleno de murmullos sobre todos los temas de conversación posibles. Las parejas se sonreían cálidamente unos a otros, compartiendo toda la felicidad que se les daba.

Solo faltaba algo, y ese algo era mi cita.

Lucas no llegaba.

Mi mesero, que al parecer se llamaba Adam, rondaba mi mesa sin cesar, preguntando una y otra vez si deseaba ordenar algo, pero mi respuesta siempre era la misma: “Cuando llegue mi cita”, y siempre obtenía el mismo gesto de desgane.

Esperé 30 minutos, y seguía sola, y mi celular tampoco sonaba con el timbre de llamada. Vamos, Dest, algo deber habérsele atravesado. Me dije a mi misma. Sabes que esta vez no te fallaría. No hoy.

El tiempo pasaba y yo seguía ahí sola, esperando por alguien que no llegaba. Mi intención era no comer nada hasta que llegara Lucas, pero mi estómago rugió audiblemente y no tuve más opción que satisfacer sus necesidades, ordenando un poco de spaghetti.

Lo comí lentamente, diciéndome que pronto llegaría. La decepción se abría paso en mi pecho rápidamente y no podía hilar ningún pensamiento que no fuera sobre que quería que llegara y que estaba segura que lo haría.

El tiempo pasó y nada.

— Yo sé que vendrá. — murmuré una última vez.

Adam, el mesero, se detuvo a un lado mío y me miró condescendientemente.

— ¿Te doy mi opinión? — preguntó tímidamente. Asentí y suspiró. — Yo creo que ese chico no se va a presentar. Lo siento.

Ahogué un sollozo y me levanté de la mesa. Tomé mi chaqueta y me la puse. Saqué unos cuantos billetes y los dejé sobre la mesa.

— Quédate con lo demás. — le dije a Adam, que me miraba sorprendido por la cantidad que había depositado en la mesa.

Salí del restaurante y el gélido viento me golpeó la cara. Le pedí a uno de los chicos que cuidaba los autos de las demás personas que llamara un taxi y así lo hizo. Agitó su mano en el aire y lanzó un fuerte silbido a un taxista que rondaba el restaurante.

El sonido que indicaba que había recibido un mensaje en mi celular se oyó y lo saqué con desgane. Sin mirar de quién se trataba, abrí el celular y leí el mensaje.

Perdón.
L

Lucas. Lo leí una y otra vez, pero solo logré aumentar más el maremoto de emociones en mi pecho. Lancé el celular al suelo y vi las piezas esparcirse por el suelo.

Feliz día de San Valentín para mí.


...



Hola! Antes que nada, solo quiero comentar que el blog cumplio 1 año el 31 de enero y soy una mala escritora por olvidar eso D:

Felicidades Blog! x3

Muero de ganas de publicar el cap. 15 (: Asi qe sabran de mi muy pronto (ahora si es enserio:$)

Cuidensee;;

12.2 Lexa

La campana sonó exactamente a las dos de la tarde y agradecí en mi fuero interno que no se hubiera retrasado ni un minuto. Me moría de ganas de salir de la escuela pues estaba harta de que Bel me ignorara y no permitiera que Dean me dirigiera la palabra y de que Lucas se la pasara todo el día con la tal Emily.

Ambos seguían molestos conmigo y lo peor del caso, es que era por cosas tan ridículas que me era difícil creerlo. Esas peleas habían sido como mis cambios de humor últimamente; espontáneos y fugaces.

Iba de salida del edificio, cuando de pronto algo, mejor dicho alguien, llamó mi atención.

Lucas me tomó del brazo y me jaló hacia él. Choqué contra su pecho, y algo muy diferente al impacto, me dejó sin aliento un instante. Fue uno de esos momentos en los que él me hacía sentir pequeña y como si necesitara que me protegiera.

— Suéltame. — gruñí. Pero no aligeró su agarre. — Si Damen llega y ve que me estás lastimando…

— El no vendrá. — interrumpió. — Lo llamé y ofrecí llevarte yo.

— ¿Por qué harías eso?

— Quiero estar contigo.

Quería que tomara mi rostro entre sus cálidas manos y me besara. Quería que me abrazara y sentir la promesa de que todo estaría bien. Pero tan realista como era, sabía que eso no iba a pasar.

— Los dejo, veo que necesitan hablar. — susurró Emily detrás de nosotros.

No me había dado cuenta de que ella estaba ahí, ni siquiera noté cuando los demás estudiantes comenzaron a pasar a nuestros lados. Ella llevaba el cabello recogido en un suave moño que la hacía ver como un ángel y su “tímida” sonrisa hacía resaltar notablemente sus ojos azules.

Lucas soltó mi brazo y la encaró. De nuevo esa sensación de que yo no existía para él. — ¿No nos hemos presentado, cierto? — preguntó ella dirigiéndose a mí.

— No lo creo. — respondí tajantemente.

Ella torció ligeramente su boca, como si estuviera reprimiendo una maldita sonrisa burlona y me estremecí. Un mes atrás, no me hubiera sentido tan amenazada, pero ahora que volvía a ser humana, me sentía más indefensa que nunca.

— Está bien, soy Emily. — se presentó con una radiante sonrisa. — Encantada de conocerte. Juro que me moría de ganas de conocer a la novia de Lucas, solo habla de ti y de lo maravillosa que eres.

— Sí, claro. — escupí, entornando los ojos e intentando irme. — Soy Destiny.

— Lindo nombre, Dest.

— Destiny para ti. — espeté bruscamente, y ella pareció momentáneamente sorprendida.

Recordé todas esas lecciones de modales que Ev me había impartido cuando era pequeña, y casi me echo a reír por imaginarme su expresión si me hubiera oído en esos momentos.

Sabía que estaba siendo realmente grosera, pero la chica no me inspiraba confianza alguna y de todas formas, no planeaba volverme su amiga, o mejor amiga o nada que envolviera tener contacto cercano en los próximos quinientos años o más, por lo que realmente no importaba.

— ¿Nos disculpas? — intervino mi “novio”.

Sentí la mano de Lucas ejercer presión en mi brazo y comenzó a arrastrarme lejos de ahí. No caminé, pues fui meramente arrastrada hasta un punto donde ella no pudiera oírnos discutir, porque de seguro eso haría, volver a discutir.

— ¿Siempre eres así de maleducada?

— ¿No te gusta? Lo siento, puedes volver con ella. Seguramente ella tiene más modales que yo. — y los ojos me escocieron cuando dije eso.

Me miró un segundo. Realmente me miró después de todos esos días y después de un largo suspiró, y una hermosa sonrisa comenzó a curvarse en sus labios. Me pregunté porque reiría, y nada vino a mi mente.

Comenzó a acercarse lentamente a mí, casi con cuidado, hasta que eliminó el espacio entre nosotros y me besó. Colocó sus manos en mis caderas y pegó su cuerpo con el mío. No podía hilar ningún pensamiento coherente y mientras le devolvía el beso, solo podía imaginarme el resto de mi vida así, junto a él. Todos los días esa sensación en el estómago cuando lo viera o me besara. Sentir el cosquilleo en mi cuerpo cuando tomara mi mano y la tranquilidad y seguridad cuando me abrazara por las noches.

Jake. Recuerda lo que te dijo Jake.

Lo empujé hacia atrás con fuerza y mientras se tambaleaba vi que sonreía. ¡Sonreía! ¡Realmente sonreía! Fruncí el ceño y entrecerré los ojos fulminándolo con la mirada.

— ¡No me beses! ¡No tienes derecho a besarme! — grité, y di un paso hacia atrás.

El comenzó a reír y avanzó el paso que yo había retrocedido.

— ¿Por qué no? — preguntó sonriendo coquetamente.

— Porque... ¡Porque no puedes ignorarme todo el día, pelear conmigo por no querer besarte anoche y ahora fingir que todo está bien!

No sabía que me molestaba más, el que se estuviera burlando de mí o que intentara hacer como que todo iba bien. Fruncí el ceño y me quité un mechón del rostro que me estorbaba.

Estaba jugando conmigo. Cada paso que yo retrocedía el lo avanzaba. Llegué a un punto en el que no pude avanzar más porque choqué contra una maldita pared y maldije en voz alta, que lo único que logró fue sacarle otra sonrisa de niño travieso.

Colocó sus manos a mis costados para impedirme escapar y pegó su cuerpo al mío. Inclinó su cabeza y me estremecí al sentir su aliento en mi cuello cuando suspiró después de olisquear mi cabello. Llevó sus labios a mi frente y depositó un suave beso en ella.

— Te quiero, y siento mucho haber sido un cretino ayer. — se disculpó y envolvió sus brazos alrededor de mí.

Lucas era alto. Una cabeza más que yo, así que cuando me abrazaba, mi cabeza apenas lograba alcanzar la base de su cuello. Cada vez que lo abrazaba, me sentía como cuando era pequeña y abrazaba a uno de esos muñecos de peluche gigantes, solo que mejor y aunado a una sensación de tranquilidad y seguridad. Hundí mi cabeza en su cuello e inspiré su aroma.

— Perdón por haber dudado de ti. — admití. Besó mi cabello y suspiró. — Ya debería saber que no debo creer información de segunda mano.

— Yo debí haberte explicado.

— Y yo debí haber confiado en ti. — respondí dulcemente. — Te quiero, Lucas.

Emitió un ronroneo desde la garganta y sonreí.

— Hoy iré a tu casa. Dormiré en el sillón de tu habitación y vigilaré tu sueño. Tengo permiso especial. — alardeó. — Recuerda que soy tu guardián. Tu guardaespaldas personal.

Recordé ese día, en el que se comprometió a cuidar de mí frente a toda mi familia. Megan no había vuelto a aparecerse por estos alrededores, pero aún así ninguno podíamos bajar la guardia del todo; no con una enferma psicótica como ella y menos ahora que yo sería una presa fácil para ella.

— Está bien. — dije, y besé su mejilla. — Ahora, ¿podrías llevarme a casa?

— Tus deseos son órdenes, mi princesa.

Sabía que era una broma, pero aún así, sentí unas terribles nauseas al oír que me llamaban “princesa”.




— ¿Crees poder seguir tú sola? — preguntó Ev impacientemente. Golpeaba el suelo con la punta de su zapato, ansiosa por seguir con sus compras.

Me había arrastrado hasta un centro comercial en Charlotte solamente porque “ya no tenía nada que ponerse” y porque “mi ropa había pasado de moda seis meses antes de comprarla. En lo personal, a mí sí me gustaba la ropa que tenía, y con tal de no ir de compras con ella, todo lo que usaba me parecía bien.

Pero a ella no.

Y como en mi casa creían en todo eso de las jerarquías de acuerdo a la edad, debía obedecerla. Aunque fuera a regañadientes.

Me encogí de hombres y asentí perezosamente con la cabeza. Frunció el ceño y me extendió una tarjeta brillante de color plateado. La tomé, pero antes fui yo quien frunció el ceño y la examiné con los ojos entrecerrados.

— Toma esta por si necesitas o te gusta algo. — dijo, atropellando las palabras. — Bien, nos vemos en la entrada en una hora, ¿está bien?

—No creo tener opción.

Lo meditó un instante. — No, realmente no. — Y con un ligero movimiento de mano y una deslumbrante sonrisa, se despidió.

Vagué por los pasillos del centro comercial. Era grande y por ser mitad de semana, no había tanta gente como me esperaba. Habíamos estado caminando tres horas, y yo ya estaba agotada y con mucha hambre.

Me decidí ir al área de comida y pedir algo como pizza o algún emparedado de Subway, pero nada parecía llamarme demasiado la atención. Los olores de la comida se arremolinaban en el aire y los letreros de los “restaurantes” saltaban notablemente a la vista.
Finalmente, me decidí por algo de comida china que estaba al fondo del área de alimentos y mientras caminaba con unas cuantas bolsas en las manos, choqué con una chica. El impacto no fue tan fuerte, pero por alguna razón caí al suelo.

— ¡Oh! ¡Lo siento! — chilló la chica. — No me fijé. Debo tener más cuidado.

Levanté la mirada, sintiéndome un poco aturdida y la miré. Tenía el cabello de un color café realmente oscuro que rayaba con el negro, lacio y largo. Su piel era clara, me recordó al interior de las nueces. Sus ojos eran negros, tan negros que no pude distinguir cual era la pupila y cual el iris. Y sentía que la conocía de alguna parte.

Iba acompañada de un chico como los que solo ves en los cárteles de marcas mundialmente reconocidas. Tenía el cabello de un negro azabache y unos preciosos ojos azules que resaltaban. Su piel me recordaba a la cal; tan blanca como solo los muertos podían estar, solo que tenía las mejillas ligeramente sonrojadas.

Ella me inspeccionó con la mirada y habló.

— ¿No te conozco de alguna parte? — preguntó. No respondí, pues me parecía un poco extraña, así que me limité a sonreír. — ¡Ya lo recuerdo! — anunció. — Fue en aquella fiesta en Raleigh, ¿recuerdas? Cuando ese chico te acosaba en el baño. Soy Holly.

Claro. Yo sabía que la conocía de alguna parte. Ella fue la chica que había espantado a Taylor en la fiesta en que intentó matarme por primera vez. Solo que esa vez era pelirroja y de ojos azules. Y lucía menor. Ahora lucía como de unos dieciocho o diecinueve años. Debía de haberse pintado el cabello y usado lentillas.

— Oh, Claro, ya te recuerdo. — respondí. — Solo que te mirabas diferente.

— Si, unas lentillas y tinte para el cabello pueden hacer muchas cosas. — sonreía tan abiertamente que parecía modelo. El chico junto a ella me miraba fijamente, como si quisiera hablar más no se atreviera. — Y el es mi novio…

— Peter Parker. — respondió después de vacilar un momento.

— ¿No es ese el nombre del “Hombre Araña”? — pregunté.

Ella le dio un codazo en las costillas y le dirigió una mirada que decía “idiota”. Ambos tragaron saliva y disimularon su malestar con una sonrisa.

— Si, mis padres son grandes fanáticos. — se justificó. Y tuve esa conocida sensación de que era mentira.

— Destiny Boudelair, mucho gusto. — anuncié a ambos.

Holly no pareció sorprendida, pues ya me conocía, pero Peter pareció tensarse y pedirle una explicación con la mirada. Ella hizo un ligero movimiento de mano y lo pasó por alto.

— Estaremos unos días en la ciudad, sé que sonará un poco extraño, pero, ¿te gustaría ir a cenar con nosotros? — ofreció Holly.

Su invitación me pareció de lo más extraña. No me conocía y aún así quería invitarme a cenar. Tal vez debiera invitar a Lucas por si acaso. Consideré inventar algo para no ir, pero no tenía nada mejor que hacer de todas formas.

— Claro. — accedí.

Ella sonrió abiertamente y dio un par de pequeños saltitos.

— Está bien. Escoge en donde te gustaría. Y claro, puedes llevar a tu novio.

Estaba a punto de preguntar como sabía que tenía novio, pero mejor me quedé callada. Le di el nombre de un restaurante al que fui una vez y mi número de celular para que me llamara en caso de cualquier cosa.

— Debo irme, ¿nos vemos el viernes entonces? — pregunté para confirmar la fecha.

—Por supuesto. — ahora fue Peter el que respondió. — Nos vemos.

Sonreí amablemente y con un movimiento de mano, comencé a caminar lejos, preguntándome si confiar en extraños no me traería algún problema.





Holly’s POV
Ambos seguimos sonriendo mientras la veíamos alejarse con un andar lento y cansado. Vi por el rabillo de mi ojo como la sonrisa de mi novio se desdibujaba poco a poco hasta que se convirtió en una mueca de desaprobación.

— Lexa, — farfulló entre dientes, llamándome por mi sobrenombre. — ¿Quieres decirme por qué de todas las chicas, tenías que invitarla a ella a cenar con nosotros?

Caminé rápidamente y me introduje en la primera tienda de ropa que vi. Miré las hermosas prendas que llevaban las maniquíes para hacer como que no había oído lo que me había dicho. Di unos cuantos pasos examinando todo con cuidado y tuve que reprimir una risilla cuando lo oí bufar. Me era tan aburrido y cansado estar en un lugar tan lleno de gente como ese centro comercial, pero debía lograr que Drei lo olvidara.

— ¿Peter Parker? — pregunté tratando de aligerar el ambiente y de paso, hacer que definitivamente olvidara que había invitado a la heredera de los Boudelair a cenar con nosotros.

Drei frunció el ceño y sus ojos azules se suavizaron un poco cuando me miró a los ojos, después me regaló una cálida sonrisa que hizo que mis rodillas temblaran. Más de quinientos años habían pasado desde que estábamos juntos y aún lograba tener ese efecto en mí.

— ¿Holly? — preguntó burlonamente. — Vaya, Lexa, creí que tenías un poco más de imaginación.

— ¡Cierra la boca, Hombre Araña! — repliqué entre risas. — Al menos no dije el nombre de alguna superheroína.

Avancé dando algunos saltitos, dispuesta a marcharme de ese lugar de una vez por todas, pero me detuve cuando Drei no me siguió. Se había detenido a unos cuantos pasos de mí, con los ojos cerrados y los brazos cruzados. Suspiré. Realmente no lo había olvidado.

Retrocedí hasta estar a una distancia segura de él. Nunca sabía cuando explotaría y me llevaría con él, peor debía tener cuidado para que cuando sucediera, poder calmarlo de nuevo.

— Lexa, sabes lo arriesgado que es eso, ¿verdad?

— Claro que lo sé, Drei. — murmuré. Abrió los ojos lentamente y me miró detenidamente, asegurándose de que no estaba mintiendo, o peor, volviéndome loca.

— Me preocupa que los del Consejo llevan mucho tiempo buscándonos, y tu quieres invitar a cenar a precisamente la hija de los que están dirigiéndolo. — presionó el puente de su nariz y se pasó una mano por el cabello. — Creo que sería incluso más seguro invitar a Caroline Trevena, ¿no crees?

Lo medité un instante, tratando de recordar quién demonios era esa tal Caroline Trevena, porque estaba completamente segura de haberla conocido en algún momento de mi pasado. Muchos rostros de chicas bailaron delante de mis ojos un buen rato, pero nada. Lo pensé durante lo que debió ser un buen rato y cuando la recordé le propiné un golpe en el hombro.

— ¡Hey! — grité riendo, causando que algunas personas se detuvieran a mirarme con expresiones de que estaba loca. — Decirme que quieres invitar a cenar a tu ex-novia no me parece gracioso. Además esa vieja maldita vampira esquizofrénica no dudaría en entregarte a sus padres para que te arranquen la cabeza. Se volvió muy odiosa cuando sus padres comenzaron a representar a los vampiros en el Consejo.

— Lexa, es broma. — me tranquilizó, deslizando sus dedos desde mi hombro hasta mi cintura. Me estremecí y el besó mi cuello. — Me preocupa que llevo más de quinientos años cuidando de ti y que de un momento para otro todo se eche a perder.

— Si hubieras tenido un poco de sentido común, tendríamos nuestras malditas vidas y no tendríamos que escondernos del maldito Consejo por tu maldita pelea con el maldito hijo de la maldita familia de malditos vampiros. — gruñí.

Odiaba que me reclamara ese tipo de cosas. El que siempre era yo la que tenía la culpa de ser casi descubiertos cuando yo había sido la que lo había salvado de morir. Sentí la culpa fluctuar de él hacía mí de una forma que me abrumó. Casi como si fuera yo la que lo sintiera.

— Lo siento. — se disculpó. Y el enojo y la culpa se disiparon tan rápido como se formaron. — Pero, Lexa, ¿por qué estás tan interesada en ella? ¿Por qué en Destiny Boudelair?

Lo miré un segundo a los ojos, debatiéndome entre sí decirle o no. Al final suspiré y coloqué una mano sobre su mejilla.

— Porque ella no es otra inmortal como los Boudelair. — tomé aire y lo solté. — Ella es como yo.



Enserio que ya no tengo cara para disculparme. Siento no haberme reportado por
tanto tiempo, chicas. Pero estoy teniendo un momento algo difícil :( Gracias a
todas por el apoyo♥ Bueno, quería platicarles algo.

Sé que Clady(: Ya lo publicó en su blog, pero de todas formas me parece muy lindo. No sé si ustedes ya han visto el nuevo comercial de Coca-Cola, “Razones para Creer”; de verdad es uno de los mejores comerciales que he visto en mi vida. Te hace pensar en que en el mundo, siempre hay más cosas buenas que malas y que por cada cosa mala que pasa, hay muchas más cosas buenas que le superan y siento como que me da un poquito de esperanza en que todo puede mejorar.
Les dejo el link, y espero que las que no lo hayan visto, lo puedan ver. $:
Ya tengo algunos capítulos adelantados, así que supongo publicaré antes.
Bϊancaa(:

“Porque AMOR, tiene más resultados que MIEDO D;”. (Amo eso por alguna extraña razón) :D

miércoles, 5 de enero de 2011

11.2 Peleas

—El Consejo la asesinó.

Tragué saliva y me estremecí violentamente. De todo lo que esperaba oír, eso no estaba en la lista. Definitivamente no estaba ahí. Sentí como el sudor corría por mi frente, y no era por que tuviera calor. Un cosquilleo un poco doloroso me recorrió de las puntas de mis dedos hasta trasladarse por todo mi cuerpo.
Y recordé una pregunta que tenía mucho tiempo queriendo hacer.

— ¿Consejo? ¿Qué es eso?

Lucas no se veía cómodo. Algo me hizo pensar que tal vez había hecho la peor pregunta de todas.

— Anda, cuéntame. — Pedí. Me miró suplicando que no le hiciera hablar de eso, pero la curiosidad me estaba matando y además, era algo que nunca nadie me había respondido.

— Bien. — Suspiró. — ¿Por dónde empiezo? Todos necesitamos algo que nos gobierne, dicte reglas y sanciones, ¿cierto?— Asentí, sin encontrarle ni pies ni cabeza al asunto. Algo en mi cabeza comenzó a trabajar y me decía que algo debía recordar sobre el asunto, pero estaba lejos de recordar que. — Bien, pues el consejo es el encargado de hacer todo eso para…. Umm… los nuestros.

La última palabra envió algo a través de mí que me hizo estremecer nuevamente sin razón aparente; como si mi subconsciente supiera algo que no me quería revelar. Esperé pacientemente a que dijera algo más, pero el silencio se instaló incómodamente entre nosotros.

Los Nuestros. — repetí quedamente, más para mí misma que para él. — ¿Y qué tenemos? ¿Reyes? ¿Presidentes? ¿Monarquía, democracia, dictadura?

— Una familia de cada especie, ya sean vampiros, inmortales, lobos, por mencionar a algunos, representa a su raza. Si alguien infringe las reglas, todos los miembros del Consejo se reúnen y dictan medidas para dar sanción al acusado.

Y ahí fue cuando lo recordé. Una vaga memoria de meses atrás cuando mis queridos padres se dignaron a hablarme abiertamente sobre todo esto.

“— Whoa. Whoa. Whoa. ¿Los nuestros? ¿Así que hay más? — pregunté. Mi humor no ayudaba mucho a la conversación. No todos los días te despiertas, un vampiro te ataca y te enteras que eres un fenómeno.

— Si, hay más de nosotros. — dijo mi madre apenada.

— ¿Y qué? ¿Existe alguien que los gobierne como en las películas o todos hacen lo que quieren y andan como locos? — pregunté retándolos a todos.

Todos miraron a mis padres y estos se ruborizaron un poco.”


Nunca había comprendido esa parte de la conversación del todo hasta ese momento. Otra memoria irrumpió en mi cabeza repentinamente. Una noche en mi habitación –también meses atrás- que oí a alguien llamarme “Su Majestad” justo antes de desmayarme. Ahora todo volvía a cobrar sentido con esa breve explicación.

Moví mis manos nerviosamente en mi regazo e intenté jugar con un hilo suelto que se encontraba en mi cama, cuando un horrible dolor de cabeza se apoderó de mí. Un dolor punzante se instaló en la parte trasera de mi cráneo y por un segundo, perdí el aliento. Quise llamar a Lucas y pedirle ayuda, pero mi voz se quedó atrapada en algún lugar de mi garganta, y él pareció no notar nada extraño en mí.

El aire salió de mis pulmones y después de varios segundos que parecieron horas, regresó. El dolor desapareció igual de rápido como se produjo, dejándome con los ojos llorosos y un extraño zumbido en los oídos.

Dest, sé que esto no es fácil para ti. Sinceramente tampoco lo es para mí, pero no hay necesidad llorar. — Dijo, tomando las lágrimas en mis ojos como lágrimas de confusión y tristeza.

No lo contradije. No quería preocuparlo. No quería tenerlo sobre mí, ni que me ordenara ir al médico por esos dolores que cada vez eran más fuertes. Necesitaba mantenerme bien, sobre todo ahora que la tal Emily estaba cerca y provocaba reacciones extrañas en mi novio.

Necesitaba tantas cosas que me era difícil enlistarlas en mi mente. Debía ordenar mis prioridades para solucionar mis problemas lo antes posible. Y lo primero en la lista, era averiguar más sobre la chica esta que Lucas había mencionado.

— ¿Cuál era su nombre? — lo atrapé con la guardia baja y movió la cabeza de un lado a otro –en esa forma tan ridículamente tierna que me recordaba a un cachorro- sin saber a que me refería. — La chica que mencionaste. La que sobrevivió.

Sobrevivir. Retumbó en mi cabeza muchas veces antes de marearme. Solo ella lo ha hecho. Bueno, solo ella, y tú. Me dije internamente. Y no lo dije en voz alta, pero algo dentro de mí se sentía especial y único en una manera extraña y torcida.

— Según lo que encontré, su nombre era Alexandra Volkova. Rusa. Y su pareja tenía como nombre Andrei Petrov. Tengo entendido que él era ruso al igual que ella. Aunque no hay nada específico. — Suspiró. La frustración le hacía ver mucho mayor, y me recordaba que efectivamente, sí era mucho mayor que yo.

— Vaya. No creí que-- — Lo pensé mejor y caí en cuenta de algo. — Dijiste que mis padres forman parte del consejo, ¿cierto?

— Técnicamente esa fuiste tú, y sí, pero--

Le interrumpí.

— ¡Mis padres mataron a esa pobre chica! — Grité con horror, cayendo en cuenta de las atrocidades que mis padres habían cometido.

Los creía capaces de odiar su hija, desatenderme a mí, permitir que su sobrina e hijo se hicieran cargo de mí, ocultarme mi pasado y muchas cosas más, pero nunca me pasó por la mente que fueran capaces de asesinar a alguien, mucho menos a una chica débil e indefensa como debió haber sido Alexandra Volkova cuando volvió a ser humana.

Algo comenzó a quemar mis manos y prácticamente todo mi cuerpo ardió con lo mismo. Entré en un estado de cólera que hasta a mi me sorprendió. No sabía cómo ni porque, pero esos oscuros sentimientos se arremolinaban en mi pecho y me impedían respirar correctamente; me sofocaban.

Esa no era yo. Si, frecuentemente me enojaba, e incluso lloraba del enojo, pero esa definitivamente no era yo. No golpeaba la tumba de mi hermano, ni sentía odio tan grande en mi corazón. Yo no me encolerizaba por cosas tan burdas como el que mi novio jugueteara conmigo o me sentía tan mal al punto de llorar por cosas como tener que despertarme temprano. Algo pasaba conmigo. Y lo que más me aterrorizaba, era el no saber qué.

Dest, ellos no los mataron.

Pero eso no hizo que nada cambiara. Aún me sentía molesta y con unas terribles ganas de golpear algo.

— ¿Ahora te vas a retractar? Gracias por mostrarme lo horribles que son mis padres.

—No lo son.

— ¡Claro que sí! — grité. Odiaba que los defendiera. Necesitaba que por una vez me apoyara con eso. — Y estoy segura de que no dudaran en matarme a mí también si se enteran.

Se mantuvo en silencio un momento y me sonrió dulcemente. Acarició mi mejilla con el dorso de la mano, me rodeó con sus brazos. Colocó su cabeza en la curva de mi cuello y depositó un suave beso en mi piel que me envió ondas de calor por todo el cuerpo.

—Todo lo hacen por nuestro bien. Y te aman. Jamás te matarían. Ni siquiera creo que le hayan hecho algo a Alexandra. Recuerda que no investigué bien.

Se inclinó para besarme y todo a mí alrededor desapareció. Sentía su cálido aliento cada vez más cerca de mí y cada vez lo ansiaba más que nada. Pero no. Me alejé rápidamente y pude ver el dolor y la confusión en sus facciones.

— ¿Por qué te alejas? — murmuró.

— No tienes derecho de besarme hoy.

— ¿Por qué? — volvió a preguntarme realmente confundido. Me escrutó con la mirada, como si esperara que en cualquier momento estallara en risas y lo besara de una vez por todas.

Cada parte de mi ser ansiaba eso. Besarlo. Pero algo en mi mente me recordaba que tenía que disculparse por lo sucedido ese día en la escuela. Y además, no me había explicado que había sucedido con lo que Jake me había contado.

— Por qué no te has disculpado conmigo. Todavía no olvido que hoy me ignoraste ni lo que Jake me contó.

— ¡Y volvemos con lo mismo!- gritó furioso. La sangre le había subido a las mejillas, pero esta vez no era por razones que me gustaran.

— ¡Discúlpate como es debido! — le grité de vuelta.

— No te comprendo. Realmente no lo hago. — se sentó más lejos de mí y me miró a la cara. — Un momento pareces amarme, estar loca por mí y al siguiente me odias y me alejas. ¿Podrías decidirte? Porque esto terminara hartándome.

No tuve tiempo de responder, porque se levantó rápidamente y se dirigió a la ventana, colocándose su chaqueta mientras caminaba. Se detuvo en el umbral del ventanal y me dirigió una última mirada.

— Para ser alguien que exige que le aclaren las cosas, necesitas primero saber qué es lo que quieres tu misma.

Y saltó por la ventana, directo a la oscuridad de la noche.



— Hola, Bel. — saludé cuando la vi a la hora de entrada del Instituto. Ella me recibió con un asentimiento de cabeza y miró el suelo fijamente. — ¿Cómo te encuentras?

Bel había tomado muy mal el que Camilla y Shane se mudaran a Ontario, Canadá. Desde que ambos se marcharon, no había ningún día que no la viera con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Y era de comprenderse. Ambas había sido mejores amigas y estado juntas prácticamente desde que nacieron, y ambas damphirs se habían tenido que separar por disposición de sus padres, y hasta donde tenía entendido, ninguna les dirigía la palabra. Solo el hecho de que yo, Lucas y su novio Dean habíamos logrado que mantuviera las piezas de su corazón unidas.

Ella se encogió de hombros y me dirigió una triste sonrisa a penas visible debajo de la densa cabellera que le cubría parcialmente el rostro.

— Bien. — dijo finalmente, la voz triste y apagada. — Ayer hablé con ella. Dice que Ontario es genial y que espera que la visitemos pronto. Las dos. Tú y yo juntas. Nada de Dean y Lucas.

Bel, eso sería genial. — intenté hacerla sentir mejor añadiendo algo de animosidad a mi voz, pero no sirvió de mucho. — Hablando de los chicos, ¿y Dean?

Me era extraño que no hubieran llegado juntos, pero ella sonrió nuevamente, solo que esta vez, la sonrisa fue de verdad.

— Se ha quedado dormido. Dios, anoche se marchó de mi casa a las 2 am. No me sorprende que tenga problemas para despertarse. Yo misma me pregunto cómo he hecho eso. — Un bostezó se le escapó y se quitó el cabello de la cara. — ¿Y Lucas?

La pregunta del millón. No lo sabía. Después de ladiscusión de la noche pasada, no había tenido oportunidad de hablar con él. Ni siquiera estaba segura de querer hacerlo. De querer disculparme— A lo lejos lo vi, caminando y riendo animosamente con Emily. Con ella de todas las chicas del instituto.

Me había acostumbrado a que chicas como Audrey –que había muerto a manos de Megan creyendo que la convertiría en vampiro- le coquetearan, pero algo sobre esta chica era diferente. Y me asustaba.

De una forma que no lograba entender ni explicar, sabía que algo no andaba bien con ella. Como si hubiera embrujado a los demás para que nadie lo notara. Todos menos yo. Y el hecho de que cuando estaba cerca de ella, Lucas no me prestaba ni la más mínima atención, hacía las cosas peor. Mucho peor.

Bel moviendo su mano enérgicamente frente a mí me distrajo de ese escenario y me hizo volver a la realidad. Parpadeé un par de veces y tomé aire.

— No te agrada para nada la tal Emily. — tardé unos segundos en procesar lo que dijo y darme cuenta que no era una pregunta. Debo de haber tenido una mirada realmente acusadora como para que me dijera eso. — No sé por qué, a mí me agrada.

— ¿Qué dijiste? — exigí saber.

— Que me agrada. — me retó. — ¿Qué problema tienes con ella? — suspiró y la miró nuevamente. Su boca casi dibuja una perfecta “O” antes de decir— Oh. No. Espera. ¿Estás celosa?

— No. — espeté bruscamente y eso pareció acabar con sus últimos atisbos de paciencia.

No quería que nadie supiera lo celosa que me ponía ver a mi novio con otras chicas. Y lo que menos quería era que vieran era lo mucho que eso me dolía. Quería guardármelo para mí misma y llorarlo sola si se salía de control, sin nadie que me tuviera lastima o me criticara.

— No seas ridícula. — ladró imitando mi tono de voz. — Lucas tiene derecho a tener otras amigas y salir con ellas.

—No sabes nada.

— ¿Ah, no? Hasta donde yo sé, el tiene una vida propia que no te incluye solamente a ti.

Sus palabras me dejaron sin aliento y con ardor en los ojos. No sabía que responderle porque simplemente tenía razón. El tenía derecho de frecuentar a otras personas y tener más amigos sin necesidad de pedirme permiso.

Bel, no confío en ella. — murmuré, tratando de aligerar el ambiente, pero ella ya estaba molesta.

— Eso es tan…- se detuvo antes de decir la última palabra y yo sabía que no me gustaría oírlo, pero aún así, quería hacerlo.

— ¿Tan qué? Anda, dilo, no seas cobarde. — la reté, colocando mis manos en mis caderas y balanceando mi peso en una sola pierna.

— Eso es tan patético. — espetó con el ceño fruncido. La miré sorprendida de haber oído eso; realmente haber hecho.

Dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la entrada del Instituto.

— ¡Bel! ¡Espera! — llamé, pero ella solo me regresó un movimiento de mano sin siquiera verme.

— ¡Olvídalo! — gritó a lo lejos, regalándome el que al parecer era el día con mas peleas en mi vida.